Capítulo 12

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Bander necesitaba controlar sus emociones, sentía muchos sentimientos negativos y estaba teniendo un día muy estresante.

—¿Qué pasó, Bander?— el triton que lo miraba como si fuera a taladrarle el alma, negó.

—Nada, Anael.— eso alarmó más al hechicero, tanto como la seriedad del tono de voz como decir el nombre del hombre.—¿Por qué no solo, te vas? No quiero ser grosero, necesito descansar, he tenido un día muy largo y quiero estar solo .— Bander quería atribuir su enojo a todo eso. El oji verde, solo se acercó a él.

—Realmente tuviste un día difícil Bander, lo lamento mucho.— explicaba Anael y se sentó a su lado.— creí que estabas con tus hermanos.—Bander cerró los ojos, recargando la cabeza en la pared.

—No quiero hablar de eso hoy.— suspiró el príncipe y Anael lo veía atentamente — ¿Me puedes llevar por un trago? Ocupo alcoholizarme.— ¿Quién era él para negarse a aquel gesto de Bander?

—Ándale, vamos Sirenito.— se le ocurrió ese apodo, haciendo sonreír a su acompañante.

—Prefiero el término tritón, pero vamos.— ambos de levantaron y comenzaron a caminar por los pasillos, los sentimientos negativos de Bander desaparecieron rápidamente.

Esa noche en Aktera, Myrima se había ido a su palacio necesitaba descansar, Solanche se había quedado con ella y Abdel. Ya que según Marshall, la pelirroja podría notar más las intenciones del caído.

Miryma se veía en el espejo, estaba en ropa interior viendo la piel de su abdomen, llena de estrías, su marca de la cesaría. No se reconocía, se colocó una larga camisa negra de una antigua banda que le gustaba.

Dandole otro trago a la botella de vino. Había prometido no beber, pero hoy, los problemas y sus demonios interiores, la habían superado.

A unas habitaciones lejanas de la de Myrima. Abdel se había despedido de la esposa de Marshall, ya esposa del celador del inframundo no podía evitar enternecerse cuando vio al caído durmiendo a sus gemelos.

—Los dejo, ya sabes Abdel. Como los debes dormir.— el caído asintió, sin dejar a sus bebés. Sol se fue con una sonrisa.

—Hola hijos.—los tenía en sus brazos, ya llevaba un par de días que con ayuda de la esposa del celador del inframundo, pasaba un buen rato con ellos. —¿Cómo están esta noche? Su mamá no pudo estar tanto tiempo con ustedes porque hoy fue un día difícil para ella.—les explicaba mientras le daba el biberón a Gael que ya lo sostenía bien y después a Akmed.

—Los amo tanto mis niños.— a Abdel se le derretía el corazón, estando con sus hijos. Los amaba con todo su ser desde que sabía que eran suyos. —Muy bien, que se portaron. Ustedes serán unos reyes un día, de todo este lugar.— les explicaba y los niños los miraba atentamente.— claro, solo si así lo desean, yo los apoyaré siempre.—

Ya conocía a sus bebés, no pasó mucho tiempo para que los gemelos cayeran dormidos en sus brazos.

Abdel ya había dejado a sus hijos en la cuna, cuando la puerta se abrió abruptamente.  Abdel rápidamente voló al techo, no quería ser descubierto por nadie. ¿Qué iba a decir? Estaba a prueba, dudaba que Solanche pudiera abogar por él en una situación así.

Myrima aún vestida con una playera larga con una botella de vino y la miraba bañada en lágrimas.

Veía a sus niños dormidos, alargo un suspiro. Se sentó como pudo en la silla a lado de la cuna, donde previamente estaba Abdel.

Comenzó a llorar desconsoladamente en silencio, Myrima sentía que estaba fallando mucho como madre.

El caído quería abrazarla, desde que supo de la muerte del papá de ella , quería abrazarla y decirle cuánto lo sentía, no le gustaba ver a Myrima así.

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