Al día siguiente, ya convencida Imotrid de que no moriría, nos dirigimos a Riscos sin decir una palabra a nadie.
Hicimos el viaje en completo silencio, aunque les cueste creerlo. Al llegar, Luis nos saludó con la mano en alto y nos abrió el portón sin siquiera acercarse. Creo que estimó que iríamos a lo de la señorita Pardo, lo que estaba en los planes ya que nuestra intención primigenia era buscar el laboratorio de Rosenkrauss. Para ello, debíamos acceder a Alejandra y mantenerla alejada de Susy. Imotrid se ocupó entonces de acercarse a la casa mientras yo esperaba en el auto, estacionado a pocas cuadras de allí.
Cada minuto que pasaba era una tortura para mi cerebro. La excusa que se nos ocurrió fue obsequiar a Alejandra con unos vauchers de la peluquería de Carlota que incluía servicios gratuitos de corte, tintura, manicura y demás. Imotrid la invitaría a conocer el local con el objeto de sacarla de la casa. Sabíamos que cuando nos visitó por primera vez se había escabullido de la custodia de Susy. La ayudaríamos a hacerlo de nuevo.
Me saltó el corazón cuando las vi acercarse a paso rápido por la vereda, abrí las puertas y se deslizaron dentro del coche tan sigilosamente como pudieron. Alejandra se acostó en el asiento trasero.
—¡Arranque! —me ordenó. Lo hice. Conduje sin rumbo dentro del pueblo ya que la señorita Pardo expresó que, de salir de Riscos, nos perseguirían.
—Pero, ¿por qué?
—Sé demasiado aunque no lo sé todo —señaló—. ¡Señor Lamadrid, yo lo único que quiero es que se aclaren las muertes y no morir! —gimió al borde del llanto.
—Por supuesto, es comprensible. ¿Hay algún lugar dónde podamos hablar tranquilos?
—Esta jovencita me dijo que quiere ir al laboratorio. —Afirmé—. Bien, si logramos llegar, podremos hablar tranquilos.
—¿Si logramos llegar?
—¡Nos rastrean, recuerda? —exclamó Imotrid.
—Más que a ustedes dos, a mí —aseguró Alejandra—. Me expuse mucho saliendo del pueblo para ir a verlo, señor Lamadrid. Apenas traspuse la puerta de su oficina, vi que estaban esperándome.
—¿Quienes?
—Susy y Luis.
—¿Luis también es un androide? —preguntó mi secretaria.
Miré a Alejandra por el retrovisor, su gesto de asombro era real. No esperaba que lo supiéramos.
Nos costó llegar al laboratorio, no solo porque la entrada se disimulaba entre unas colinas sino porque, a poco de acercarnos, oímos a nuestros perseguidores acercarse.
—¡Una vez entremos, no podrán alcanzarnos, Pieter no los dejará! —aseguró Alejandra—. ¡Pero si nos cazan antes, nos quitarán las placas y nos suicidaremos antes de tiempo!
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Riscos
Science Fiction✔Ciencia Ficción/Misterio/Suspenso En un extraño pueblo llamado Riscos, sitio del que muchos han escuchado hablar pero pocos conocen, están sucediendo muertes un tanto dudosas. Lo más inquietante es que los vecinos reciben notas con las fechas exact...