Mi abuela Licha parte III

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Mi abuela Licenia se levantaba después de estar casi una hora en cuchillas, vertía medio litro de leche de coco a la olla de aluminio, que lleva media hora cocinando el plátano y el ñame en el fogón de petróleo; añadía sal, cimarrón, achiote, que hacía las veces de color con sabor, caldo Knorr, del único sabor que producía en esa época la fábrica Unilever food solutions Colombia, caldo de gallina, que se le ponía al sancocho de pescao, al sancocho de costilla, al sancocho de carne, todos quedaban con sabor a pollo. - lo que importa es la sustancia- decía mi abuela Licha. Tallos de cebolla y a esperar que hierva media hora más, para poder echar el Toyo.

Mientras hervía la olla de sancocho e' ñame, mi abuela Licenia desnudaba su naturaleza en la azotea, a los ojos de los vecinos de al lado ,de atrás y del otro lado, no había escapatoria, lograba escaparse un poco de las miradas cuando se metía entre las cuerdas de ropa, quedando entre sábanas colgadas o entre las colchas de retazos. Se quitaba su vestido Andaluz, sus calzones blancos de encaje, largos hasta la rodilla, sacaba la bolsita plástica donde guardaba la platica que metía en medio de las tetas, que eran sujetas por el brasier blanco Leonisa talla cuarenta y dos (estos sostenes, eran diseñados para sujetar más de diez kilos de tetas) Los billetes quedaban a salvo dentro de los zapatos de caucho Panam.

 Sus tetas caídas llegaban hasta el ombligo; para bañarse, se las subía al hombro, eran tan escurridas, que recogía cada teta en cada hombro. Sólo la cubría unas naguas transparentes . De la tina de hierro forjado, de un metro de profundidad y de altura, sacaba con totuma el agua refrescante, que dejaba caer desde las trenzas canas pegadas a su cabeza, hasta sus descalzos pies. Con el agua y el jabón azul Rey, que le servía de shampoo, jabón para la cara,  jabón de baño para todo el cuerpo, se lavaba el pelo entrenzado, lavaba la ropa hasta dejarla impecablemente blanca, y con el agua jabón que soltaba la juagadura de ropa, lavaba el piso de madera, que quedaba con brillo de cera, y espantaba los demonios ;con este jabón se llevaba también el olor a pescao que se impregnaba como un perfume insoportable, en todo el cuerpo y la ropa. No existe el cuarto de ducha, tampoco puertas con chapas para tener un poco de intimidad y privacidad. Termina su refrescante baño, el agua que escurre de su cuerpo, se confunde con el sudor de su frente. El calor a pesar del baño refrescante continúa, en el cuerpo de mi abuela Licha. Hace mucho calor,  se seca con una de las cobijas que cuelgan en el tendedero, se viste de nuevo aprovechando la ropa limpia del tendedero se pone sus valetas de caucho Panam, pasa a la cocina, revuelve la olla del sancocho, le lanza el Toyo previamente aliñao y partido en doce partes. Agrega la leche de coco. Veinte minutos más de cocción y ya está, el sancocho de Toyo, con ñame y con coco. Luego mi abuela Licha llamaba a todos a comer, era almuerzo y cena juntos, al caer la tarde. 

Agustin uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Aquiles uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu  

Ofelia uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu 

Héctor uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu  

Magdalena uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Guillermo uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Mi abuela Alejandrina en cambio...

DOMADO CRESPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora