Abuso

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Había recibido su reloj de plata el día anterior y hoy lo habían presentado ante todos los subalternos del Coronel Mustang. Fué consciente de las miradas bastante extrañas y algunas hasta escandalizadas del grupo. No había mucho que decir, ellos, después de un tenso silencio, lo saludaron acorde a su nuevo rango. Era un Mayor y todos le hicieron el saludo correspondiente. Él los miró primero y luego no pudo más que hacerles una mueca. Se sintió incómodo. Luego de éso, recibió una larga charla en la oficina del Coronel Mustang. Habían reglas, protocolos y algunos papeleos que debía hacer durante por lo menos un mes. Luego vendrían algunas misiones de campo simples, en que jamás, y lo recalcó, se iría solo. Era como una iniciación. Debía abanzar paso a paso. Preguntó cuándo volvería a Resembool y le informó que en una semana lo liberarían para poner en orden sus cosas. Quiso preguntar por su hermano, ¿podía acompañarlo? , pero no se arriesgó aún.

A las 6 : 30 pm. su trabajo estaba terminado. El resto del equipo había salido ya y solo quedaba Mustang, tras una gran pila de papeleo. La Teniente Riza había tenido el día libre, así que guardó sus cosas y se dispuso a salir.

- Ya me voy - le anunció al hombre. Éste le hizo una señal con la mano izquierda, sin siquiera levantar la vista de lo que estaba firmando.

Se puso su abrigo rojo y salió por la puerta, hacia los pasillos. Se topó con algunas secretarias que hablaban entre ellas y uno que otro oficial que lo miraba por el rabillo del ojo. Se encontraba algo ansioso. Le habían asignado una habitación dentro del cuartel mientras se acomodaba, luego podría hasta buscarse otro lugar, cuando él comenzara a recibir su sueldo. Había visto las cifras y decidió utilizar de la mejor manera hasta el último céntimo, así que si podía seguir viviendo en los dormitorios gratutamente por supuesto que lo haría.

- ¡ Mayor Elric !

Se detuvo, no por el rango sino por escuchar su apellido. Giró entonces y vió a un hombre grande que se aproximaba a él. Cabello impecable, algo rubio rojizo, ojos azules. Debía medir por lo menos 1.90 cm. Cuando llegó a su lado vió las estrellitas en el hombro de su uniforme y recordó las reglas que Mustang le hizo repetir cientos de veces en la mañana. Saludó con su mano enguantada.

- ¿ Sí Señor ?

El hombre sonrió satisfecho. No había visto al niño antes, pero reconoció que sus espectativas habían sido engrandecidas. Delgado, no mediría más de 1.50 cm, piel ligeramente bronceada y de enormes y hermosos ojos dorados, exótico, más una larga y sedosa cabellera color oro, tan brillante como el sol. El niño era increíble.

- Descance - le dijo amablemente - Me gustaría hablarle de algunas cosas.- le dijo sintiendo que su hombre de confianza se paraba tras su espalda, a un par de pasos. - Acompáñeme.

Sin esperar su respuesta , el hombre giró y comenzó a caminar hacia el ala opuesta a la oficina de Mustang.

Desde los 5 años que tenía muy despierto su instinto de supervivencia y ahora una puntada nerviosa hizo que entrecerrara los ojos. Caminó sin embargo tras el hombre. Era un militar de mayor rango y Mustang le había dicho, más bien ordenado, que debía actuar y hablar con respeto. Él podía hacerlo. Su mamá le había enseñado a ser respetuoso e incluso Izumi, su maestra, le había dado unos cuantos coscorrones, cuando a él se le soltaba la lengua.

Cuando llegaron frente a la puerta de otra oficina y el hombre grande la abrió para que entrara, él tragó duro. Algo le decía que no debería estar ahí, pero ¿ qué podía pasarle ?, estaba en un recinto militar. Volvió su mirada hacia el otro hombre, que se quedó en posición firme en el pasillo, dándole la espalda a la puerta que se cerraba tras él.

- No me he presentado y seguramente no me conoces - comenzó el hombre, mientras caminaba hacia una repisa a un costado - ¿Quieres algo de beber? ¿Un té, tal vez?

El niño Alquimista de Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora