Todo por amor

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   Parecía mentira que siempre las misiones en las que participaba el Alquimista de Acero, se salieran de control.

   El niño, desde un principio, había estado reacio a navegar, pero el Coronel le dijo que era un barco seguro. Lo que no fué seguro fué la reacción de los terroristas que lo abordaron y que, al verse atrapados por los militares, no hallaron nada mejor que hacer explotar la zona del equipaje, que lamentablemente estaba cerca de las calderas. Todo un desastre.

   El barco comenzó a estar en llamas , pero el pequeño alquimista logró transmutar e hizo que no se hundiera. Lo lamentable fué que una gran pieza de una grúa de embarque le cayó encima y lo arrastró bajo el agua hasta el segundo nivel, totalmente inundado.

    Riza , que estaba junto al niño, se lanzó al agua siguiendo la rubia cabellera.

   Cuando Edward tocó fondo su brazo derecho estaba atrapado bajo toneladas de metal. Intentó hacer que sus manos se juntaran pero era imposible. La mitad del automeil no estaba a la vista.

   El niño comenzó a tironear su brazo mecánico con el de carne. Imposible. Le dió un rodillazo a los fierros con su automeil. Ningún resultado. De pronto sintió que alguien lo tomaba de los hombros. Los ojos marrones de la Teniente estaban llenos de miedo, pero ella le hizo una señal y él abrió la boca.

   Riza tomó el rostro del niño y se acercó para juntar sus labios. Sopló bastante aire y luego nadó a la superficie.

   Ella rápidamente miró al rededor. El lugar no era muy amplio pero habían fierros retorcidos por todos lados. Necesitaba ayuda. Tomó aire otra vez y volvió a sumergirse.

   Llegó en poco tiempo junto al pequeño que intentaba soltar su brazo. Repitió entonces el procedimiento de darle aire, viendo cómo los ojos dorados la miraban ahora aterrados. Lo dejó rápidamente.

   En la superficie se enfocó en una soga gruesa, tal vez ..., pero no podía tardarse tanto en ir por ella. Volvió a sumergirse.

   Edward trataba de empujar con su pierna izquierda la estructura, al tiempo que jalaba con fuerza su brazo.

   La Teniente llegó a su lado y le señaló con señas que buscaría algo para hacer palanca, luego le llenó los pulmones de aire.

   Havoc había llegado por entre los fierros retorcidos y vió a la mujer rubia emerger del agua.

   - ¡Teniente! - le gritó al tiempo que bajaba para poder entrar al agua.

   - ¡ Edward está atrapado !

   Sin perder tiempo, el hombre se zambulló y bajó los 15 metros hasta llegar donde vió al pequeño de trenza dorada jalar desesperado de su brazo derecho.

   Edward vió a Havoc poner ambas manos sobre la estructura y jalar hacia arriba, pero no obtuvo resultado alguno.

   El joven vió a la Teniente llegar y tomar el rostro del niño, para luego darle un "beso de vida". Quizás cuántas veces lo había hecho, dándole el vital elemento al pequeño, pero ella no aguantaría mucho. Ambos dejaron al niño y subieron por aire.

   - ¡ Es demasiado pesado ! - gritó Havoc.

   - ¿ Algo para hacer palanca ? Pensé en la soga y el gancho de la grúa - le señaló la mujer ya bastante cansada.

   - De acuerdo, lo intentaré.

   Havoc vió que la mujer volvía a bajar para darle aire al niño.

   El hombre fué en busca del elemento que decía la Teniente y buscó con sus ojos dónde engancharlo, para poder jalar desde arriba la masa de fierros que apricionaban al pequeño alquimista.

El niño Alquimista de Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora