Castigo indigno

64 11 64
                                    

   Alphonse caminaba junto a su hermano por los pasillos del comando del este. Por fín Ed había logrado su objetivo y era un Alquimista Estatal. Fué por él y ahora se acostumbraba apenas a todas las miradas de los militares. El Coronel les dió una tapadera por su condición de tener que usar una armadura, pero aún se le era difícil no sentirse abrumado. La ciudad era grande, más de cómo la recordaba de cuando habían ido con la Maestra.

   - Entonces Al, me quedaré en la oficina y podrás irte a la biblioteca.

   - Ya lo sé.

   La armadura y Ed habían hecho la misma rutina desde hacía una semana, pero el niño de trenza insistía en repetirlo todos los días.

   Ed levantó la vista y puso su brazo izquierdo sobre su frente para saludar al hombre que estaba frente a él. Supo de su error cuando vió la mirada y rostro furioso del Alquimista de Hierro. El militar estaba ahí hacían dos semanas por unas diligencias , ya que pertenecía al Comando Central y era segunda vez que se lo topaba.

   - Ven conmigo Alquimista Estatal - le gruñó el hombre y el niño dejó caer su brazo.

   - Demonios - susurró para sí - Vete Al.

   La armadura vió cómo su hermano seguía al militar y parecía querer encogerse. No sabía qué había pasado pero algo no estaba bién.

   Ed sintió que su corazón latía demasiado a prisa cuando el hombre cerró la puerta de una pequeña oficina.

   - Alquimista de Acero - el hombre lo miraba detenidamente.

   - Sí, Señor.

   - Es la segunda vez que lo haces. Quizás la primera vez lo dejé pasar pero creo que te hace falta disciplina.

   - Lo siento , Señor. Me confundo con ...

   - ¡ Silencio !

   Ed pegó un salto en su puesto. El hombre era grande y su mirada le causaba bastante desconfianza.

   - Quita tu guante - ordenó el hombre mientras buscaba algo en el cajón de su escritorio.

  - ¿ Señor ? - Ed no entendía mucho la orden.

   Los ojos oscuros del Alquimista parecían acribillarlo.

   - Descubre tu mano izquierda Acero.

   Ed obedeció y sus ojos quedaron puestos en el artilujio que sostenía el hombre.

   - Extiende tu mano con la palma hacia arriba.

   " Carajo " se recriminó el niño, pero hizo lo que le ordenaron.

   - No te atrevas a bajarla - gruñó el hombre - Y mírame cuando te hablo.

   Ed tragó saliva y dejó fijos sus ojos en los de alquimista mayor. Lo que sintió luego fué un ardor en su mano y el sonido del golpe que había recibido. Luego fué otro y otro más. El cuarto sí le dolió y pestañeó para recomponerse y no gemir ante el ardor. El corazón parecía salírsele del pecho y debió esforzarse para no decir algunas cuantas groserías.

   - Espero que aprendas ahora y no vuelvas a insultar a nadie con tu asquerosa mano, " mocoso " . Lárgate.

   Alphonse esperaba tranquilo en el pasillo por donde se habían " llevado " a su hermano, así que cuando lo vió salir y casi correr, lo siguió preocupado. El niño entró a uno de los grandes baños y Al se adentró tras él. Si hubiera tenido un rostro, sus ojos se hubieran abierto con sorpresa. Su hermano ponía bajo el chorro de agua de uno de los grifos su mano de carne y vió cómo se teñía el agua de color rojo.

El niño Alquimista de Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora