Un niño pequeño

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Ciudad del Este

Roy Mustang, con teléfono en mano, daba la autorización para recibir una llamada informal desde Resembool.

- Cuando llegues a la Estación del Este vuelve a llamarme.

- "Sí, Señor" - se oyó una voz infantil del otro lado del auricular, luego colgó.

Su Teniente Hawkeye dejó otros papeles sobre su escritorio y él la despidió. Se había quedado bastante confundido con la llamada telefónica.

Un niño bajito, de larga trenza dorada , después de colocar el auricular en su sitio, tomó su maleta de viaje y caminó hacia uno de los vagones del tren que se dirigía a la Ciudad del Este. Winry le dió una larga charla sobre el cuidado de sus prótesis de automeil, la abuela le hizo otra cátedra de ser cuidadoso y de que no confiara tanto en la gente de la ciudad. Alphonse quería acompañarlo a la estación de trenes pero él se lo prohibió. No quería que su hermanito sintiera los ojos de la gente sobre su persona, así que ahí estaba, solo, viajando a su destino. Encontró un asiento y guardó su maleta bajo éste, ya que no alcanzaba el lugar que había sobre su cabeza. Terminó por ponerse su gran abrigo rojo y se acomodó junto a la ventana.

Dos días después.

Mustang terminó de firmar el último informe que le había llevado Hawkeye y se estiró, haciendo que sonaran los huesos de su cuello y espalda. Frunció el ceño al ver la hora. Era tarde y ya todos sus subordinados se habían retirado. Se levantó y salió de su oficina.

- Teniente ¿ aún aquí ?

La mujer, joven rubia, terminó de acomodar su abrigo sobre sus hombros.

- ¿Terminó su trabajo, Señor?

- Por supuesto. Váyase a casa, Teniente. Los papeles no desaparecerán de mi oficina.

- Usted váyase Señor. Terminaré de guardar y me iré.

La mueca de reproche del hombre no hizo que la mujer dejara de caminar hacia la oficina.

Mustang la dejó, no era que pudiera hacer otra cosa y, en cuanto volvió a salir, le habló en tono Coronel.

- Teniente. Me gustaría que fuera mañana temprano a ver a la Estación si llegó Elric. Se supone que debería haber llegado hoy pero no recibí su llamada.

Riza levantó los ojos de los archivos.

- Sí, Señor. ¿Cuándo fué que llamó?

- El martes. Olvidé decírselo.

Los ojos de la mujer se achicaron.
Claro que no se lo creyó.

Riza Hawkeye no dejaba nada al azar. A las 5 de la mañana, y después de darle a su pequeña mascota, un cachorrito shiba, sus alimentos, puso en marcha su vehículo y se dirigió a la Estación de Trenes. Si el chico Elric había viajado el martes temprano desde Resembool, debió haber arribado el día de ayer a las 11, 12 máximo y claro que el Coronel solo le había dicho por la noche. Mientras conducía, pensaba en la edad que tendría el alquimista. ¿Por qué había ido a la ciudad? No creía que estuviera listo con sus prótesis. Seguramente era para algo más y obviamente esperaba ver a la mujer anciana que estaba a cargo de los hermanos.

Cuando Riza entró a la estación no estaba preparaba para encontrarse con la situación que estaba frente a sus ojos. Tenía pensado preguntar al encargado sobre sus pasajeros del día anterior, pero cuando se adentró en el lugar de espera, que a esa hora estaba vacío, se quedó en una pieza.

El hombre encargado como guardia se acercó a ella.

- ¿Viene por el niño? - el hombre le señaló un bulto rojo sobre unos asientos.

El niño Alquimista de Acero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora