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20/04/2007

Llego en cuanto puedo para ver el partido de entrenamiento de Adler, solamente que he llegado algunos minutos tarde, sin embargo noto algo extraño y fuera de lo común.

Por alguna razón, él siempre corre o se mueve mucho en todos los juegos, sin embargo esta vez la mayoría del tiempo se queda quieto, lo cuál no me parece muy... común.

El entrenador indica que se acaba la clase de hoy y yo me levanto para acercarme a él. Llega conmigo tomando un poco de agua.

-¿Estás bien?—pregunto con los brazos cruzados.

-¿Por qué no lo estaría?

-Es solo que... jugaste distinto hoy.

-¿Distinto?... me siento igual que siempre.

-No, en verdad. ¿Está todo bien?

-Sí, Vía. Todo está bien.

Sigo sin estar satisfecha con lo que me dice. Hay una pizca en mí que sabe que algo anda mal.

-¿Qué harás hoy?—pregunto.

-Ah, tengo un taller de una cosa a la cuál ocupo ir... familiar, pero... ¿podemos salir otro día? Tengo algún plan de ideas.

-Claro... otro día.

Adler se despide, toma su mochila y sale de la escuela. Yo no planeo dejar esto así de inconcluso.

Tomo mis pertenencias y lo sigo, intentando que no se percate de ello. Caminamos un rato, y luego llega a un lugar. Específicamente; un edificio blanco de dos pisos.

¿Espera...? ¿Acaso viene al...?

A los pocos segundos de que Adler entra, me espero y entro igualmente, llegando a recepción.

-Bienvenida al hospital San Antonio, ¿en qué le puedo servir el día de hoy?

¿Por qué Adler vendría al hospital sin decir nada?

-Hola... um—volteo alrededor—estoy buscando a... un chico que acaba de entrar... ¿ojos claros? ¿Cabello café?

-¿Es familiar suyo?

-Algo así...

-Por el momento no le puedo dar información al respecto sobre nuestros pacientes ya que es confidencial. Le gustaría que le haga saber que se encuentra aquí.

-¡No! Digo... no, no... está bien... gracias.

-De acuerdo, le agradezco su visita. Cualquier duda o inconveniente estoy aquí para poder ayudarle con ello.

Asiento lentamente mientras me alejo y me postro al lado de la entrada esperando a que se distraiga. Unos momentos más tarde, el supervisor le habla al recepcionista y se aleja. Aprovecho el tiempo para dirigirme a la sala de espera sin llamar su atención.

Al llegar, busco y busco a mi alrededor al chico, hasta que lo veo en... ¿rehabilitación?

-¡Adler!—me acerco—¿pero qué...?

-¿Vía? ¿Qué haces aquí?—pregunta serio y con un tono de molestia.

-¿Por qué no me dijiste que te pasó algo? ¿Estás bien? ¿Tienes algo grave?

-Sí, estoy bien, solo...

-Siguiente, por favor—sale el doctor.

-Espérame afuera, ¿vale? No tardo mucho... por favor espérame.

-Bien...—me despido.

Salgo del hospital y espero en una banca recargada. Mientras espero leo un poco el libro de la biblioteca hasta que Adler sale.

150 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora