18.- Por mujeres como tú

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Habían pasado ya unos días desde que Sadashi había hecho el pequeño viaje a Shibuya, al regresar a casa, acomodo las telas en unos colgantes para evitar que la fina tela se arrugase, armó el maniquí y saco todas sus herramientas de trabajo dejándolos sobre la mesa, luego tomo una larga ducha para después dormir.  

Era una tarde aburrida de un día martes, el cielo estaba adornado con nubes esponjosas y a lo lejos se avecinaba una nube negra, avisando que la lluvia estaba cerca, Sadashi observaba desde la ventada de la sala con una taza humeante de café recién preparado, antes de voltear, observo como el auto negro de Sukuna se estacionaba fuera de casa, él salió del auto tomando un costado de su cuerpo y comenzaba a caminar cojeando de un lado, Sadashi sintió la serpiente de la preocupación, pero al recordar como descaradamente le había mentido, volteo ignorando la situación. 

Observo el fino y bello vestido rojo que había creado hace ya unos días, paso las yemas de sus dedos de forma delicada delineando los pliegues del pequeño corsé y sonrió leve, con una pequeña tristeza en sus ojos. Puesto en el maniquí se veía hermoso, pero también pensaba que puesto en algún mujer hermosa se vería mucho mejor que en un simple pedazo de algodón. Sadashi nunca solía utilizar las bellas creaciones que sus manos podían hacer. Estaba sola, sin novio ni pretendiente que pudiera alagar a la bella mujer que se había formado, sentía esa gran soledad de su vida, sumado la tortuosa soledad de la casa que alguna vez estuvo llena de felicidad, risas y no cabía ni una sola gota de tristeza; Pero claro, al morir su padre todo eso fue reemplazado por un sabor agrío, tonos grises y no cabía la felicidad en su vida, no desde que Zico  se había ido y su madre dejo de quererla como solía hacerlo. 

Estaba sola... Completamente sola...

Cada día solía recordar esos años en los cuales solía disfrutar de las diminutas cosas de la vida. Dio un suspiro largo cargado de pena y soledad, se dejo caer en el sofá dejando de lado el café y solo observo el techo de casa, sintiendo sus ojos arder junto con la garganta seca y rasposa, cerro los ojos dejando caer las lagrimas que se habían acumulado en sus lagrimales, escondió su cabeza en sus rodillas y se mantuvo así durante largos minutos, hasta que el sonido de la llamada de su celular la saco  de su burbuja. 

Llamada entrante: Yujii

Seco sus lagrimas con sus mangas y aclaro la garganta antes de contestar la llamada de su amigo: —¿Hola? 

—¡Hola Sadashi! ¿Qué tal estas?— respondió de la otra linea, escuchando los sonidos de los autos pasar por al lado, quizá estaría en su trabajo o simplemente paseando. 

—Todo bien.— mintió —En casa, viendo una película. 

—Cool, ¿Oye podrías hacerme un favorcito?— Sadashi afirmo desde la otra línea. —Creo que a mi hermano le paso algo, no responde a mis llamadas ¿podrías ir a casa y ver que todo se encuentre en orden? 

Mordió su labio dudosa, tenía claro que Ryomen no estaba del todo bien puesto que al verlo bajar del auto se notaba que le habían dado una golpiza y quizá, estaba un poco preocupada por el gemelo. Pero el otro punto es que no quería ver su mentirosa cara, pero dada a la petición de su amigo, no podía negarse.

—Esta bien.— Colgó y quedo aun sentada mirando por la ventana, viendo el auto negro de Sukuna, suspiro frustrada y luego puso sus zapatos y un polerón grueso para evitar el frío. 

Cruzo la calle escondiendo sus manos bajos sus brazos junto con su cuello, la tarde estaba fría y la tormenta no tardaría en llegar al pueblo, llego a la puerta de la casa de los gemelos y noto la puerta mal cerrada. Frunció el ceño y tocó la puerta para ver si Sukuna se encontraba bien, pero al ver que este no hacia acto de presencia, abrió la puerta y entró a comprobar si todo estaba en orden. La casa estaba oscura, con una diminuta luz que se veía al final del pasillo, también noto unas gotas de sangre dirigirse a ese lugar. 

Mariposas de Colores [Sukuna Ryomen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora