CAPÍTULO 13

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Bauer debía trabajar hasta las 8 aquella noche, y para nosotros no era un día cualquiera. Era un día especial, ya que cumplíamos un mes más siendo novios. Desde que nos despertamos esa mañana, no podía dejar de pensar en cómo celebraríamos este pequeño pero significativo aniversario. Quería hacer algo memorable, algo que nos recordara por qué estábamos juntos y lo afortunados que éramos de habernos encontrado.

Decidí planear una tarde romántica, aprovechando que era fin de semana. Era viernes, así que salí temprano del trabajo y me quedé en el departamento, dedicando tiempo y esfuerzo para preparar todo. Quería que Bauer sintiera lo importante que era para mí y lo mucho que significaba nuestra relación. Empecé por arreglar la mesa con esmero, utilizando el mejor mantel y decorándola con velas y flores frescas. Quería que el ambiente fuera perfecto, acogedor y lleno de amor.

A las 8, justo cuando esperaba que Bauer llegara, recibí un mensaje de él: "Voy a llegar un poco más tarde, hay una actividad aquí y debo apoyar". Me explicó que estaba ayudando en el comedor con una actividad de despedida de suboficiales. Aunque sentí una pequeña punzada de decepción, entendí su situación. Le respondí rápidamente, diciéndole que no se preocupara, que lo esperaba en casa, y añadí un "te amo" al final del mensaje para recordarle lo mucho que significaba para mí.

Con la mesa ya arreglada, me preparé para nuestra cena especial. Bauer había dicho que estaría en casa a las 8:40, así que pedí algo para comer por Rappi: una deliciosa cena y helado que guardé para después. Quería que todo estuviera listo para cuando él llegara, para que pudiera relajarse y disfrutar de la noche sin preocupaciones. Me senté en el sofá, lista para esperarlo, pero los minutos pasaban lentamente, y cada vez me sentía más ansiosa.

De repente, ya eran las 10, luego las 11, y finalmente la medianoche. Mi preocupación crecía con cada minuto que pasaba sin noticias suyas. Le envié múltiples mensajes a Bauer, pero no obtenía respuesta. Empecé a sentirme mal, preocupada y desanimada. Me preguntaba qué podría estar reteniéndolo tanto tiempo y por qué no me respondía. La ansiedad comenzó a convertirse en una mezcla de tristeza y desilusión.

Finalmente, apagué las luces del departamento y me fui a dormir. Traté de convencerme de que quizás estaba realmente ocupado, o tal vez estaba haciendo que pagara por el problema anterior. Ya no sabía qué pensar. Intenté calmarme, diciéndome que todo estaría bien, que seguramente había una explicación lógica para su tardanza. Sin embargo, no pude evitar sentirme desolada y preocupada por lo que podría estar pasando.

A la 1:30 de la madrugada, mi teléfono sonó. Era Bauer llamándome. Contesté de inmediato, preocupada por si le había sucedido algo, algún accidente tal vez. Pero solo me llamó para pedirme que bajara y le abriera la puerta. Sentí una mezcla de alivio y confusión. Me levanté de prisa, me abrigué y me coloqué las pantuflas. Rápidamente tomé las llaves del departamento, cerré la puerta y bajé del tercer piso al primero.

Abrí la puerta con rapidez y allí estaba Bauer. Tenía los ojos saltones y, al verme, sonrió exclamando un "¡Hola, mi amor!". En ese momento, mis ojos se llenaron de lágrimas. Pensé que todo esto era una broma cruel, pero el estado de Bauer era claramente de ebriedad. Me quedé allí, en la entrada, mirando su rostro. No podía creer lo que veía. Todo el esfuerzo y la ilusión que había puesto en preparar nuestra celebración se desvanecieron en un instante.

Bauer estaba tambaleándose, con una expresión que oscilaba entre la alegría despreocupada y la confusión típica de alguien que ha bebido demasiado. Intenté mantener la compostura mientras lo ayudaba a entrar al departamento. Sentía una mezcla de decepción, tristeza y preocupación. No sabía cómo abordar la situación sin que se convirtiera en otro conflicto.

Subí con Bauer en brazos por las escaleras, preocupada y confundida por su estado. Le pregunté qué le sucedía y si había bebido, pero él negó haber tomado alcohol. En mi inocencia, pensé que tal vez se sentía enfermo o estaba experimentando un ataque de ansiedad. Lo llevé hasta la cama y traté de acercarme para consolarlo, pero él se mantuvo boca abajo, evitando mi mirada y cualquier contacto físico.

Permanecí a su lado, observándolo en silencio, hasta que finalmente rompió el silencio con palabras que me cortaron el alma: "Soy una mierda de persona... No puedes estar con alguien como yo..." Las lágrimas brotaron de mis ojos nuevamente, pero me esforcé por limpiarlas rápidamente cada vez que sentía que caían por mis mejillas.

Con cuidado, le quité la ropa que llevaba puesta y le coloqué su pijama para que estuviera más cómodo al acostarse. Me giré para darle algo de privacidad y descanso, pero justo en ese momento noté que Bauer se preparaba para vomitar. Los teléfonos estaban bajo la cama, así que, al intentar alcanzarlos, mis manos se mancharon con el vómito de Bauer. Dejé los teléfonos a un lado y corrí a la cocina, tomé un tarro de basura y lo coloqué junto a la cama para que pudiera vomitar sin ensuciar nuevamente el lugar.

Mi prioridad inmediata fue lavarme las manos, que quedaron pringadas y oliendo a vomito. Sentí una mezcla de preocupación por Bauer y asco por la situación, pero mi enfoque estaba en cuidarlo en ese momento, sin importar las circunstancias desagradables. Mientras me limpiaba, escuchaba los sonidos de Bauer que indicaban que estaba pasando por un momento difícil física y emocionalmente.

Después de asegurarme de que estuviera relativamente cómodo y seguro, regresé al lado de la cama. Me senté en silencio, observando cómo respiraba pesadamente entre arcadas y sollozos ahogados. Quería ayudarlo, quería que se sintiera mejor, pero no sabía cómo hacerlo en esa situación desgarradora. El tiempo parecía pasar lentamente mientras esperaba, sintiendo el peso emocional de la noche sobre mis hombros. Después de que Bauer terminó de vomitar, tomé el tarro con los fluidos y lo llevé rápidamente a la cocina. Cerré la bolsa con cuidado para desecharla al día siguiente por la mañana, tratando de mantener la compostura a pesar del torbellino de emociones que sentía. Regresé a la habitación, donde Bauer yacía en la cama, aparentemente agotado y sumido en su propio mundo de angustia.

Con manos temblorosas, tomé la mano de Bauer para ayudarlo a levantarse. Era evidente que él no quería ser tocado ni recibir ayuda, pero yo persistí, sintiendo el peso de mi impotencia. Lo llevé al baño y con delicadeza comencé a limpiarlo, lavando sus manos, su rostro y ayudándole a cepillarse los dientes. Cada acción era un recordatorio doloroso de la fragilidad de la situación, y las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas mientras intentaba ser fuerte para ambos.

Después de asegurarme de que estuviera lo más confortable posible en la cama, lo cubrí con las mantas y apagué la luz de la habitación. Me alejé lentamente, sintiendo un nudo en la garganta que me impedía respirar con normalidad. Necesitaba un momento para mí misma, así que me retiré a mi rincón habitual en la casa. Antes de sentarme a pensar, fui al baño y me permití llorar todo lo que necesitaba, dejando que las lágrimas y los sollozos liberaran la tensión acumulada en mi interior.

Regresé al comedor, donde la comida esperaba en la caja grande que había llegado más temprano. A pesar de estar fría, la comida me reconfortó en cierta medida, aunque cada bocado estaba impregnado de una mezcla de tristeza y preocupación. Cada mordisco era un recordatorio de la situación angustiosa en la que nos encontrábamos, y mi mente no dejaba de dar vueltas buscando respuestas y soluciones.

Mientras comía en silencio, las horas parecían estirarse infinitamente. El silencio en la casa era interrumpido solo por los sonidos ocasionales que provenían de la habitación de Bauer. Mi corazón estaba pesado, abrumado por una mezcla de emociones turbulentas que parecían no tener fin. Me invadía la sensación de que algo estaba mal, de que tal vez yo era la causa de todos los problemas, aunque no podía entender cómo ni por qué. ¿Acaso le debía algo al karma para merecer una relación tan complicada? ¿Era acaso incapaz de ser feliz en esta situación? Me preguntaba una y otra vez si había llegado el momento equivocado para vivir esta relación, si tal vez el destino había jugado una mala pasada.

Las dudas y los interrogantes llenaban mi mente, sin dejar espacio para respuestas claras. Me sentía perdida y confundida, sin saber qué camino tomar o qué acciones tomar para mejorar las cosas. ¿Qué estaba mal? ¿Qué debía hacer para salir de este estado de incertidumbre y dolor?

En medio de todo este caos emocional, una pequeña chispa de esperanza intentaba mantenerse viva en mi interior. Quería creer que podríamos superar esta tormenta juntos, que había una luz al final del túnel que nos llevaría a un lugar mejor. Pero la realidad inmediata era abrumadora, y cada paso parecía un desafío insuperable.

ESPERA, ¿SÓLO SOY YO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora