Juntos

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Despertó a las horas. Estaba en su cuarto, en el castillo. La luz del sol empezaba a ponerse en el horizonte y cubría las enormes paredes de piedra de colores anaranjados. Olía a tierra mojada, a humedad. Se miró el brazo, que estaba vendado. Y notó que su abdomen ya no sangraba. Tampoco notaba ese fuego dentro del pecho arrancándole el aire, podía respirar con normalidad. Se incorporó con dificultad.

Oyó gritos, que venían del comedor. Y pudo distinguir enseguida la voz de su tío Tai furioso. Puede que aquellas bestias no le hubieran matado, pero tenía claro que no iba a sobrevivir a aquella noche.

Entonces, se dio cuenta, que el digivice que había encontrado seguía en su bolsillo, apagado, inerte. Lo sacó tembloroso y lo apretó entre sus manos. Notó un hormigueo en el corazón.

Se vio tentado a fingir que seguía desmayado sobre la cama, pero sabía que tendría que enfrentarse en algún momento a la escena, así que se armó de valor y salió de la habitación. Bajó despacio las escaleras frías de piedra, mientras las voces se hacían más distinguibles y empezaba a escuchar la conversación acalorada que había abajo. Distinguió la voz de Mimi, e Izzy, y cuando estaba justo ante la entrada del comedor, pudo escuchar a su padre. Cuando quiso darse media vuelta y escapar de ahí, ya estaba dentro.

-Akiro -dijo Tk-. ¿Cómo estás? -la pregunta, aunque sonó preocupada, tenía un rastro amargo en cada letra. - Siéntate.

Fue ahí cuando vio a Haru y Rin, sentados, enfrente de los niños elegidos, como si se trata de un interrogatorio. Con la cabeza agachada, tomó sitio a su lado, como parte de los rehenes.

- ¿En qué cojones estabais pensando? -gritó Tai dando un puñetazo a la mesa- Akiro, ¿qué ha pasado? Explícate ya.

Entendió entonces que ni Gatomon ni Patamon, habían dicho nada del dispositivo digital. Por eso seguía en su bolsillo, por eso nadie estaba preguntando por él. Seguía siendo suyo, y sólo suyo

-No lo sé -intentó explicar-. Yo había quedado con Rin y Haru y esos perros aparecieron. – Haru miró a su amigo de reojo, entendiendo que ocultaba algo.

- Decidiste saltarte las clases para ir tú solo, otra vez, al mundo digital -siguió TK-. Decidiste que podías enfrentarte a esas cosas tú solo. Pusiste en peligro la vida de Rin, y Haru. Elecmon, y Patamon están heridos... Akiro, ¿en qué estabas pensando?

Apretó el dispositivo con fuerza dentro de su bolsillo, tensó los labios, y no emitió sonido alguno, solo agachó la cabeza y miró al suelo, incapaz de sostenerle la mirada a su padre.

El silencio atronador que se creo en la estancia le devoró por dentro. 

-No fue nuestra culpa -interrumpió Rin- ¿Cómo íbamos a saber que nos iban a atacar esas cosas? –explicó ofendida. - Y Akiro luchó solo, porque esas cosas le perseguían a él.

Aquella frase sonó tan devastadora para todos que la escena se quedó en silencio. El corazón de los niños elegidos se aceleró, y la escena quedó congelada unos instantes. Como si hubieran estado esperando ese momento durante años. A que algo se torciera, a que algo cambiara. A que algo, volviera a perseguirles. TK sabía que ese día llegaría desde que Akiro cruzó solo la puerta al mar negro.

- ¿Qué quieres decir con que le perseguían a él? -preguntó Izzy.

-Cuando apareció para ayudarnos, esos lobos dejaron de vernos. Todos apuntaron sus miradas a él. Ni siquiera hicieron amago de seguirnos -explicó Haru-. Y creo que sin Akiro estaríamos muertos -susurró.

-No tengo ni idea de lo que son -susurró Izzy-. No he conseguido registrar nada. Hubo una distorsión en la red minutos antes, y luego, nada. No sé lo que es o lo que significa -aclaró antes de que le preguntaran.

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