La fiesta. RIN

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Cinco semanas después. Narrado por Rin*

Daba vueltas por el salón con los brazos cruzados sobre el pecho, y una expresión de angustia y aburrimiento en mi rostro, asqueada de escuchar el discurso repetitivo e incesante de mi madre, durante, fácilmente, la última media hora. Me sentía una leona enjaulada a la que no paraban de golpearle los barrotes con un palo.

- ¿Estás escuchándome? -gritó Yolei enfadada.

-Que si mamá, que tengo que ser responsable, que tengo que tener cuidado, que tengo que intentar no perpetuar un estado machista de opresión y luchar contra el yugo de las mujeres por el bien común, porque para eso me has dado una educación no heteronormativa.

-No te rías de mí –me inquirió mirándome por encima de sus gafas.

-Te he pedido ir a una fiesta, y llevas literalmente, cuarenta minutos dándome la chapa, ¿puedo ir o no?

-Sí, pero te quiero en casa a las doce -aseveró mamá.

-A las tres, no me jodas.

-También puedes no ir y quedarte jugando a juegos de mesa con nosotros –y lanzó la sonrisa más falsa e hipócrita que había conseguido forzar.

-Vale. -Me rendí - Una y media. -Al final iba a hacer lo que me diera la gana y ya me inventaría una excusa después.

Recuerdo ver entonces como mi padre levantó la vista de la sartén donde estaba cocinando la cena y levantando las cejas miró a la histérica de su mujer con cierto recelo. Le hizo un gesto con la cabeza que ella no llego a ver nunca y volvió a bajar la vista antes de que aquella conversación le salpicara a él.

Tras un rato más de negociación con esa señora, me fui a mi cuarto a prepararme. No me iba la vida en aquella fiesta. De hecho, odiaba las fiestas de instituto. Adolescentes fingiendo que son adultos, abordando cosas que se les queda terriblemente grandes y haciendo el ridículo. Tenía cosas más importantes en las que pensar, pero Haru me había dicho que Akiro estaría en aquella puñetera fiesta, y era nuestra oportunidad para hablar con él.

Necesitaba entender qué narices estaba pasando, porque llevaba literalmente un mes sin hablar con él. De repente, dejó de coger mis llamadas, de responder a mis mensajes y no quería saber nada del dispositivo digital nuevo, ni de todo el misterio y red de mentiras que parecían cubrirlo. Era como si simplemente se hubiera rendido. Y si no fuera porque conozco a ese imbécil de Takaishi desde que nací, me habría creído su versión. Pero había algo dentro de mí que me decía que estaba en problemas, que estaba en peligro, y que simplemente nos estaba apartando por miedo a qué sé yo. Y no hay nada que me joda más que un chico haciéndoselas de héroe conmigo.

Bueno, también necesitaba ver a Haru. La reciente noticia del divorcio de sus padres había caído como un jarro de agua fría en el grupo de elegidos. Sobre todo, por mierdas legales que implicaban a D. Corporation y los digimon. Aunque a mí eso me daba igual, necesitaba saber cómo estaba él. Porque Haru siempre intentaba ser y aparentar calmado, pero era extremadamente sensible. Yo sabía que intentaba expresar fortaleza, por su padre, por su hermana pequeña, y por él mismo. Haru era tan expansivo cuidando y queriendo a todo el mundo, que muchas veces se olvidaba de que las cosas, también terminaban hiriéndole a él.

Me puse unos vaqueros, y una camiseta de tirantes. La fiesta era la más sonada del verano, todo el mundo hablaba de este día, y lo tendrían en sus calendarios marcado en rojo. Una fiesta en casa de la Ryota Nokawa. La jefa de animadoras. Y por lo visto el último gran amor de Akiro. Una rubia con muchas tetas y poco cerebro. De esas chicas que hablan muy alto, con una voz muy aguda y moviendo mucho las manos. No se hablaba de otra cosa en redes sociales; porque durante sus larguísimas dos semanas de amor, en la que claramente ya tenían una relación lo suficientemente sólida como para saber que era para toda la vida, la inocente de Ryo no había dejado de subir selfis con Akiro.

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