Verdades, y otros cuentos.

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No hay nada más doloroso que sumergirse,
sin saberlo, en la corriente de una espiral
de errores de la que es imposible escapar

Eran cerca de las dos de la mañana. Habían visto una película por la tarde, habían jugado a juegos familiares y habían pasado el resto del día en un intento forzado de fingir que todo estaba bien. La verdad que, en determinados momentos de la tarde; como cuando Rin había quemado una bolsa de palomitas, inundando de ese característico olor prácticamente tres cuartas partes del castillo; habían llegado a creérselo. Que todo iba bien.

Kari miraba por la ventana. El cielo estaba despejado, y la luna iluminaba al fondo el bosque dejando ver un entramado gris perlado de hojas y ramas que se mecían con delicadeza. Algo en su interior le mantenía despierta, como un susurro, un cosquilleo, como una llamada. Pero sentía que esta vez, no le llamaban a ella.

Todos dormían. Había sido una larga cena y una larga sobremesa posterior. Pero pese a las horas de preocupación acumuladas, no sentía sueño. Acariciaba sobre su regazo a una Gatomón medio dormida mientras escuchaba al roedor volador roncar encima de la cama. Kari sentía que verlos dormir transmitía la misma sensación de amor instintivo, maternal, y calmado, que cuando veía dormir a sus hijos. 

Tk entró por fin, intentando no hacer ruido y no despertar a las dos pequeñas bestias, y se sentó a su lado en el alfeizar de la ventana. Se le notaba cansado.

-Nara está dormida con Akiro en su habitación, ha insistido en que quería dormir con él. Creo que está asustada -dijo en voz baja a su lado.

- ¿Vas a contarme que ha pasado en el puerto?

Tk suspiró, sabía perfectamente que no podía tener ningún secreto con ella, pero además tampoco había sido su intención ocultárselo. Simplemente a lo largo del día había habido demasiado jaleo y ruido ambiente para poder hablar tranquilamente. Tenía la sensación de que todo el mundo en aquel castillo estaba ocultando cosas. Izzy había ido a cenar con el resto, y salvo algún comentario que había hecho a las anécdotas de Mimi, había estado sospechosamente callado y pensativo. Gennai ni siquiera daba señales de vida. Él no tenía ni ganas ni fuerzas de ser un misterio añadido, y menos, para su mujer

-Tiene un dispositivo digital, lo encontró hace dos días -le dijo a Kari.

Ambos notaron como las orejas de la gata se alzaban ante esa noticia. Kari lo interpretó como un reflejo y volvió a acariciar su cabeza para que se relajara.

-Haru ha dicho hoy, que creía que estaba en peligro...-siguió Kari, mirando al horizonte, como había hecho otras veces.

Tk temió aquella conversación como había temido en el pasado hablar de estos temas con ella. La fuerza de Kari, a veces, le sobrepasaba.  Sabía que Kari lo podía sobrellevar muchísimo mejor que él. Que él se sentía que se estaba ahogando mientras la veía a ella surfear en aquella tempestad con excesiva maestría. 

-He visto esa mirada otra vez Hika. En él. - Se sentía derrumbado. - Ya la había visto antes cuando... -Dudó. - Cuando Dagomon te llamaba, cuando... Parecía que te comunicabas con él... Tus ojos...

-Lo sé.

- ¿Qué significa? -Tk había enterrado esa parte de su historia con el libro que nunca publicó.

-No lo sé -respondió ella con total sinceridad-. No creo que sea malo cariño -dijo acariciándole el rostro.

-No estoy tan seguro Hika...

Tk bajó la mirada y acarició su pierna desnuda con dulzura. Hacía calor y Kari llevaba unos pantalones cortos que dejaban al aire su cicatriz. Una línea pálida de siete centímetros. Parecía perfectamente curada, apenas tenía relieve. Era casi imperceptible; salvo cuando en verano su piel se teñía con el sol, haciendo más evidente la cicatriz. El resto del tiempo, había que acercarse para verla y recordar que estaba ahí.

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