El sol entraba por la ventana de aquella habitación donde dos personas aún dormían.
Una suave brisa despertó al hombre de aquella pareja, que abriendo los ojos un poco, de acurrucó a la mujer que lo acompañaba. Se quedó en aquella postura unos minutos más y después comenzó a despertarla con tiernos besos en su hombro, subiendo hacia su cuello y bajando de nuevo.
La mujer abrió los ojos lentamente y vio al hombre que le había traído tantos dolores de cabeza, de buena manera, y le sonrió. Una sonrisa que llevaba hasta su mirada, una sonrisa verdadera.
-Es hoy.- Susurró.
-Es hoy, Dominique.- La mujer se acercó a él y le beso con pasión antes de levantarse de la cama de un salto para prepararse para lo que estaba apunto de suceder en unas horas en aquella casa.A las 14'00 el movimiento empezó a notarse. Dominique colocaba la mesa con ayuda de Paul en el centro de aquel patio decorado hasta arriba de globos de colores. Mientras Paul cocinaba en la parrilla, Dominique terminaba de poner poner los cubiertos en la mesa y de vez en cuando se acercaba a Paul para abrazarle y darle un beso.
Un gran cartel de feliz cumpleaños colgaba de un árbol a otro y en el centro había una tarta de cumpleaños con un gran 10 en el centro. Estaban tan felices que no se dieron cuenta cuando una pequeña criatura de 6 añitos salió corriendo deseosa de encontrarse con sus abuelos a los que no había visto en un tiempo.
Dominique la interceptó y la cogió en brazos.
-Darlene, cariño.- Dijo cogiendo a la niña pelirroja que estaba a punto de tropezarse.
-Hola, abu.- Sonrió dándole un beso en la mejilla y dándole otro abrazo.- Te he echado de menos.- Susurró.
-Yo muchísimo más.- Le dijo dejándole en el suelo para que fuese a saludar a Paul quien se había separado de la barbacoa y la esperaba con los brazos abiertos.
-Para el abu no hay abrazos hoy, ¿no?- Wesker dijo de manera dramática.
-Pues claro que si, abu. - Aclaró la niña y fue a los brazos de Wesker, quien empezó a darle besos por todos lados haciendo que la niña riera a carcajadas.
-¿Dónde están los demás?- Preguntó Dominique acariciándole el pelo.
-La tía Megan estaba llegando ya, la están esperando. Pero yo tenía muchas ganas de veros.- Pocos segundos después aparecieron Megan con una Lana e Irina de la mano, siguiéndola Sherman que iba hablando con Cano y por último Sara y Sally, y en sus brazos Sherlyn y Bobby, los gemelos de Sara y Cano, quienes habían cumplido 3 años unas semanas atrás.
-Tenéis totalmente prohibido iros de nuevo a recorrer el mundo.- Dijo Sara acercándose a Dominique y dándole un abrazo. - Necesito a alguien que me salve de estos tres torbellinos.- Sonrió.
-No os preocupéis, eso ya no va a pasar.- Dominique cogió en brazos a Sherlyn y después cogió a Bobby de los brazos de Sally para achucharles un poco. Este año había sido complicado para Paul y Dominique, habían decidido dejar el trabajo, no querían ponerse en más riesgos ahora que tenían esta gran familia. No podían perderla y como regalo de jubilación, por así decirlo su familia les había regalado un gran viaje para que descansaran, pero ya era hora de volver a casa, volver a su familia y por fin darles la gran noticia.
Hoy era el cumpleaños de una de las hijas de Megan, Irina. Después de todo lo que había pasado, los habían acogido en sus pequeñas familias y entre todos habían creado esta familia tan grande y por fin había felicidad en sus vidas. No había más preocupaciones que las que tenían las familias normales, ya no había más Toni Miranda, por fin.
-Feliz cumpleaños, Irina.- Dijo abrazándola.
-Estoy deseando enseñaros todo lo que me han regalado mis compañeros del cole, abu. Papá y mamá nos llevaron a celebrarlo a un sitio de colchonetas.- Irina empezó a hablar mientras los adultos la escuchaban sonriendo. Aquellos niños merecían tener la infancia que algunos de sus padres no habían vivido.
Todos se sentaron alrededor de la mesa mientras bebían y picoteaban.
-A todo esto, donde están Isabel y Padilla.- Preguntó Wesker. Todos miraron alrededor para ver si veían a la pareja que faltaba allí, pero no había ni rastro de ellos.
-No quiero ni saber lo que está pasando en el cobertizo.- Dijo Sara con cara de asco.
-No, por favor. Otra vez no.- Sally gritó.
Todos se echaron a reír, sabiendo lo que probablemente estaba pasando allí.En realidad, no estaban haciendo nada de lo que se estaban imaginando, estaban compinchados con dos personas que habían vuelto a España por sorpresa y estaban deseando ver a la familia.
Un taxi arribó y de el bajaron Vera y Armiche sonriendo, felices de volver a ver a sus grandes amigos de España, en Estados Unidos tenían grandes amigos, pero nunca sería como la familia que habían encontrado aquí.
-Buenos días, chicos. ¿Qué tal el viaje?- Preguntó Isabel dándoles dos besos.
-Cansado, pero estamos contentos de estar aquí ya. Me muero por ver sus caras.- Vera se rio.
-Vamos, vamos dentro. Estoy segura de que piensan que Padilla y yo estamos como conejos. Podría ser cierto, pero no lo es.- Todos se rieron y caminaron a la casa.
Lo primero que se escuchó fueron dos chillidos de las dos niñas más mayores al ver a sus tíos, esos tíos que casi nunca veían pero tenían una pasión enorme por ellos y al escuchar esos gritos los demás adultos que hablaban se dieron cuenta de quienes habían entrado.
Todos los allí presentes se levantaron y fueron a abrazarlos, contentos de estar todos unidos de nuevo.
-Chicos tenemos que daros una noticia.- Dijo Wesker poniéndose de pie.
-Otro bebé más no por favor.- Dijo Irina llevándose la mano a la frente.
-Si la abuela tiene un bebé... ¿qué sería nuestro?- Preguntó Lana con cara de sorpresa.
-¿De dónde vienen los bebés?- Preguntó Darlene a sus tía que estaba a su lado.
-Pregúntaselo a mamá, ella te tuvo a ti.- le respondió Sally nerviosa.
-No es eso.- Se rio Dominique riéndose y levantándose junto a Wesker, quien cogió su mano suavemente, besó su sien sonriendo enseñó la mano de Dominique, en la que descansaba un anillo con un diamante en el centro.
-Nos vamos a casar.- Los niños de aquella mesa empezaron a gritar felices, mientras los adultos felicitaban a la pareja.
Por fin, aquellas personas podían ser libres y felices. Habían seguido con sus vidas, por difícil que les hubiese resultado. En aquella mesa había dos asientos que parecía que no estaban ocupados para gente ajena a ellos, pero esos dos asientos siempre estarían reservados para dos personas que habían perdido de forma trágica, Darlene Dipierro y Bobby Tarantino. Ellos siempre tendrán un lugar en el corazón de aquella familia.