Una mestiza que aborrece la prepotencia mágica, parte de la Tierra para ingresar a la Escuela de Magia. Evangeline Violet Evergarden, viene a derrumbar el cliché de que alguien inteligente solo es quién saca sobresalientes, la inteligencia puede ver...
La mente oscura de Raynerson y sus endiablados pensamientos intrusivos, ¿cómo divaga la mente de un asesino?:
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Raynerson no dejaba de darle vueltas a lo acontecido en el comedor de Escuela Mágica. No dejaba de darle vueltas al hecho de que su presa podría ser asesinada por otro u otra en los juegos del hambre (o los juegos de la muerte, bien conocidos así por todos los seres mágicos y no mágicos del lugar)
Simplemente no dejaba de pensar en el hecho del alma de Evangeline Violet Evergarden siendo absorbida por otro. Siendo usurpada. Siendo asesinada. No dejaba de recordar el sabor a hierro dulce y amargo de su sangre. Sencillamente no dejaba de darle vueltas a su cometido. De pensar en cómo su daga atravesaría sus capilares hasta brotar su sangre.
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Recordar lo que le había dicho aquella chica que tenía mucho que ver con Violet y a la vez nada: ''una vez que la conozcas no vas a poder matarla''.
Cuantísimas veces había reflexionado esa frase. Cuantísimas veces había dado vueltas por los pasillos del edificio, pensando en cómo sería ella, la famosa Evangeline.
Parecía que el color de su cabellera era un secreto que sólo su familia conocía. O sólo quien la conociera de manera física. Es increíble el valor de Violet, ante la posibilidad de teñirlo y no hacerlo. Y no dejaba de darle vueltas.
Su insistencia mental ante las divergencias que envolvían la presencia de su enemiga no dejaba de atormentarle a cada momento, antes y después de conocerla. Y lo que no esperaba: que Violet fuera tan única, tan tenaz, tan directa, tan contradictoria y a la vez tan clara. Que no era la mujer más preciosa del mundo para muchos pero sí para él y mataría por verla a todas lunas*, en vez de matarla.
*Lunas: significan horas. Idea de la autora pombiña, la que narra estos escritos. Proceden de una saga no publicada.
No quería hacer caso a estos pensamientos. No quería pensar. No quería hacer caso a lo que es posible que emergiera de sus sentimientos. Sentimientos que jamás había tenido. Quizás estaba siendo manipulado por su obsesión de asesinarla. Sentimientos oscuros con sed de sangre. Quizás estaba padeciendo una especie de Síndrome de Estocolmo pero al revés, no siendo la víctima que se enamora y justifica al atacante, sino el propio atacante que no deja de obsesionarse con su víctima, hasta el límite de preservar su vida y no desearle muerte.