24- Discúlpate.

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—¡Romane! —le llamo la atención, pero ella solo se ríe mientras finge estarme acomodando el largo del vestido —deja de meterme mano.

—Solo estoy acomodando el vestido, se arrugado un poco en el coche.

Me miro en el cristal del restaurante, mi vestido esta perfecto.

—Mientes, yo soy especialista en cuidar que mi ropa no se arrugue.

—Cualquiera tiene un descuido.

—Y tú te aprovechas de eso.

—Estoy siendo amable. —llegamos con la chica que nos recibe en la entrada. —tenemos una reservación a nombre de Romane.

—Permíteme.

—¿Ahora que hice? —me pregunta cuando me ve cruzada de brazos.

—Debes saludar.

Ella pone los ojos en blanco y voltea hacia la chica que está buscando la reservación.

—Hola. Buenos días —finge una sonrisa. —¿está mejor? —me pregunta dándome una sonrisa sincera.

Ahora soy yo quien pone los ojos en blanco, pero no puedo evitar reírme, a veces es tan inmadura.

—Por aquí, por favor —nos indica la chica.

Romane toma mi mano y me acerca a su cuerpo, haciendo que la gente nos mire. 

Insistió en que saliéramos a desayunar fuera, prometiendo que llegaríamos a tiempo a la empresa.

La noto rara, su actitud la podría comparar con la de un niño que hizo una travesura e intenta hacer que lo perdonen. Ella dice no haber hecho nada, que solo se siente culpable por haberme dejado sola cuando me desmaye.

Toma mi silla y me ayuda a sentarme.

—Gracias —cuando se asegura que estoy cómoda, toma su lugar a lado de mí.

—¿De qué te ríes? —me pregunta.

—De ti, realmente estas rara.

—Siempre saco la silla para ti.

—No me refiero a eso —la tomo de su traje y la jalo hacia a mí. —¿no me abras engañado?

—No —finge estarse ahogando —solo quería que saliéramos de la monotonía —termina dándome un beso en la nariz.

—Ahora me siento mal por pensar mal de ti.

—Podría perdonarte si me dejas meterte mano de bajo de la mesa.

Golpeo su mano sobre mi pierna.

—Hay gente —digo mirando a nuestro alrededor.

—Solo iba acomodar la servilleta sobre tus piernas.

Ella se ríe mientras yo intento ocultar mi sonrojes tras la carta del menú.

—¿Sera una grosería de mi parte si solo pido un omelette, teniendo tantas opciones caras?

—Tú puedes pedir lo que quieras y jamás sería una grosería.

Entre cierro los ojos mientras la miro, ella revisa su carta mientras está tratando de no reírse.

—¿Que pedirás tu? —le pregunto

—Puedo pedir lo mismo, así no te sientes mal —toma mi mano y la besa.

—Tienes muchas opciones.

—Y de todas, siempre elegiré la que tu elijas.

Sonrió y beso su mejilla.

ROMANE 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora