6. La adicción al dulce de leche argentino

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Álvaro

Me encontré con Eduardo y Gabriel en la salida del metro. Todos íbamos a un sitio en común, a la casa de Diego. Yo pensé que era una coña, que no iba a ser verdad y que no iba a ir. Pero aquí estoy yendo a casa de Diego.

La casa de mi queridísimo amigo, es grande, ya que tiene un familia un tanto numerosa, bueno, tampoco exageremos porque hay familias de nueve, diez hijos o hasta más.
Diego es el menor de todos, y tiene cinco hermanas mayores y solo viven con su madre, una situación un tanto extraña, pero él ya se acostumbró.
Me parece increíble que dejen entrar seis críos más a la casa y que algunos de esos se queden a dormir, pero bueno, hemos ido a aprovechar.

Llegamos a una especie de urbanización, las típicas casas que sus ventanas dan al exterior y al interior, en el cuál hay como canchas, piscina, espacios para eventos y esas cosas. Qué tiene su propia comunidad. En Madrid hay bastantes.

—Es esta es —comentó Edu.

—Joder, si que está gigante. —Murmuró Gabriel.

Creo que nosotros fuimos los que llegamos tarde, ya que todos estaban.

Nos abrió la puerta su madre, una mujer que parece joven, y en la vida real no se parece a Diego.

—Debéis ser los que faltan —nos dijo con una amplia sonrisa—. Bienvenidos.

—Gracias, señora —dijo Edu.

—Llámame Paloma.

Entramos y dejamos las cosas en el cuarto de Diego, todos estaban en el salón, que era gigante.

—Siempre viniendo tarde —comentó Marcos.

—¿Sabés que hora es? ¿Sois conscientes? —espetó Mateo.

—A ver, tampoco llegamos tan tarde... —farfulló Eduardo.

—Media hora tarde —cruzó los brazos Carlos.

—Tampoco es para tanto —se defendió Gabriel.

Diego venía de la cocina, acababa de hablar con su madre.

—¿Y qué queréis hacer? —preguntó.

—¿Y si... cocinamos? —propuso Eduardo.

Todos le miramos al instante.

—¿Cocinar? Pero si vais a quemar mi cocina, idiota —le atacó Diego.

—Solo era una idea —se encogió de hombros Edu.

Al final todos accedimos y fuimos a la cocina.
Diego cerró la puerta corredera que tenía.

Estuvieron un rato discutiendo sobre que cocinar. Allí se creían gourmets.

—Mira —dijo en alto Marcos para que todos le escuchasemos—. Primero cocinamos y después podríamos ver una película, para no complicarnos la vida, podríamos poner unos aperitivos y a tomar por culo.

Qué pena que seamos un clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora