31. Gente fotogénica y conversaciones profundas

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Blanca

Por fin nos hablaron sobre el viaje cultural de este año, en París. Con los de primero de Bachillerato.

¿Y lo peor de todo? Que justamente nuestro tutor se bajó a la sala de profesores porque se dejó nuestras fotos.

Si me dejan tirarme de la ventana, lo acepto más que encantada.

—Salgo horrible —dijo Bea al ver la foto—. Me han puesto más negra. Puto Photoshop.

—Yo salgo peor —añadió Ángel.

¿Por qué salgo con cara de boba en la foto grupal? Estaba en el centro de todos y  entre Lucía y Amira.

Es que Dios mío, ¿por qué abro la boca al sonreír? Salgo con la cara aplastada, con cara de horror.

A los fotógrafos se les ocurrió la maravillosa idea de ponerme al medio cuando yo debería estar abajo. Sentada en el puto banco.

Abajo tenía a Marta y arriba por la mayor casualidad el mundo tenía a Álvaro.

Examiné mejor la foto, y Bea, Marta, Noa, Amira... salen fenomenal. Y de los chicos, Álvaro, Diego y Marcos salen perfectos. A Mateo le pillaron en su peor momento.

Álvaro a pesar de aparecer muy serio en la foto, salía bien. ¿Cómo se la arregla la gente para ser tan fotogénica?

Y en la foto individual, una sonrisa más forzada y el pelo que siempre me lo ponen para atrás los cabrones.

—Joder, ¿y esto lo van a poner en la graduación? —se quejó Bea.

—No, peor, fotos nuestras de pequeños. —Le dije.

—Su puta madre. Pero, ¿nos van llamando por nuestro nombre y enseñan las fotos?

—No, nos van llamando no hacen nada por suerte y ya al final hacen un montaje. —Expliqué.

—Qué puta vergüenza... ¿y te ponen los nombres?

—Gracias a Dios no.

—Menos mal.

—¿Cómo sales? —le pregunté a Álvaro.

Él simplemente negó con la cabeza.

—Te traumas al verlo.

—Lo mío si que te genera un trauma que se te quedará de por vida dentro de tu cabeza.

—No lo creo.

—Vamos a intercambiarlas, ¿va? —propuse.

—Si tú lo dices...

Yo le di la mia y él la suya.

Salía HERMOSO, aunque con cara póker, esos ojos azules mirando a la cámara...

—Oye, no sales tan mal, sales muy bien. Mejor que yo —le dije.

—¿Y tú? También sales muy hermosa.

—Y tú.

—Madre mía yo salgo horrible —vino Mateo.

Álvaro le quitó la foto y los cuatro junto a Mateo la vimos.

Estaba con cara también muy seria. Con esos ojos grandes y negros...

—Gente desconocida, ¿qué tal? —vino alegremente Diego.

Mateo y Álvaro no dudaron en quitársela y verle.

—Oye, privacidad —se quejó Diego mientras se reía.

Madre mía con sus ojos verdes. Más la iluminación que había allí le resaltaba más sus ojos.

Qué pena que seamos un clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora