3. La chaqueta

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Blanca

El jueves, era el primer día con los grupos, y como los profesores me aman mucho, hicimos casi todas las actividades en grupo.

En Matemáticas, Esteban nos dió una fotocopia para practicar los logaritmos. Joder. El martes vimos la teoría y todo eso, pero yo no entendía nada.

-¿En grupo? ¿O individual? -preguntó Diego.

-Ninguno de los dos, en parejas -contestó con una amplia sonrisa.

Uy. Mi pareja era Álvaro. Yo soy pésima para las Matemáticas, y él en cambio es muy bueno e inteligente. Voy a cagarla mientras hagamos los ejercicios juntos.

-Bueno... yo no sé mucho sobre este tema, siendo sincera... -farfullé.

Él ni se inmutó, estaba con su cara seria.
Tragué saliva. ¿Y se le caigo mal?

-Bueno... -carraspeé-. Leemos el enunciado y empezamos a hacer la cosa es... -no terminé la frase. Me percaté de que él ya había empezado, sin avisarme.

Cuando él terminó el primer ejercicio, rápido, me pasó la hoja.

-Copia.

Yo sin decir nada, me dispuse a copiar lo que había resuelto. A medida que lo iba haciendo, comprobaba por si acaso y las tenía todas perfectas. Joe. Y yo soy una retrasada a este paso.

-Ya está -dije positivamente devolviéndole la hoja.

Respiré hondo. Tenía planeado en proponerle que lo hiciéramos entre los dos.

Vamos, tú puedes, Blanca.

Eso, auto dándome ánimos para inspirarme.

-Oye. -Logré decir.

Él dejó lo que estaba haciendo y me miró fijamente a los ojos. Me fulminaba con la mirada de esos ojos azules eléctricos.
Tragué saliva.

-¿N-no crees que es mejor... hacerlo juntos? -propuse al fin.

-Oh. Vale. -Dijo más serio aún.

Aunque él no hablaba mucho, pero solo me daba indicaciones cómo hacerlo y yo le atendía muy bien. Álvaro, es muy listo. Es el típico vago pero inteligente.
A mí ya le gustaría ser eso, vaga y lista. Gente con suerte... .

A lo largo de la hora, él se iba abriendo más y ya no estábamos incómodos. Podíamos decir cualquier cosa relacionada con el ejercicio y nuestras amistades.

Cuando terminó la hora, entregamos los dos a la vez la fotocopia y Esteban nos felicitó, aunque la mayoría del mérito se lo debo a Álvaro.
En un momento del intercambio, Eduardo se nos acercó a la mesa, junto a Diego.

-Parejita, ¿qué tal os ha salido la vaina esta? -preguntó Eduardo revolviendo el pelo de Álvaro.

-Déjame marica -le dijo Álvaro con mala cara.

-Uy, Alvarito está de mal humor, Blanca, ¿qué le pasó? -dijo Diego.

Sus tres pares de ojos ahora solo se fijaban en los míos. Los azules de Álvaro, los avellanas de Eduardo y los verdes de Diego. Dios me salve.

Qué pena que seamos un clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora