𝐍𝐀𝐃𝐀 𝐌𝐀̃𝐒.

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Benjamin.

La cabeza está palpitandome a mil por hora, pero no renuncio a mis deberes. Tengo un nuevo proyecto en mente y dos por promocionar.

La empresa está siendo muy concurrida últimamente por toda clase de persona, con alta calidad de bienes y recursos para conseguir mis activos o como bien llaman inventos tecnológicos.

- Señor, tiene una llamada entrante de un número no detectado en la lista de contactos.

Mi asistente virtual hace eco en la oficina y suspiro agotado. No tengo ganas de siquiera alzar la voz.

- ¿De dónde es el remitente? - Mi voz está rasposa, debido a que mi garganta sigue ardiendo.

Clama por el alcohol que no le estoy dando. No puedo caer en ello una vez más..., no después de haberle gritado a mi hija de esa forma.

¡Todo por una estúpida botella de alcohol!

Y para colmo, ella se ha bebido una entera sola sin pensar en los riesgos. Su guardaespaldas la ha atendido; y aunque hay cosas que no me cuadran, no tengo las fuerzas emocionales suficientes como para preguntar.

Después de todo ya es mayor de edad. Tiene derecho a vivir su vida como le de la gana. Es cierto que en parte he sido demasiado intrusivo en ella a la hora de llevarla a vivir conmigo, conseguirle dónde cursar su carrera y ponerle un hombre que la vigile veinticuatro siete.

Pero es que ante mis ojos sigue siendo esa niña de nueve años; a la que debía llevar a la cama en brazos por el simple echo de que se quedaba dormida en cualquier lado. Esa pequeña que me llamaba papá y no por mi nombre de pila.
La que confiaba en mí y me necesitaba a cada momento de su día a día.

Soy consciente de que ya no lo es.
Ha crecido y por ende, ha cambiado su forma de ser. A pesar de ello, sigue siendo idéntica a su madre, y su corazón sencible e inocente está presente que cada situación que se le presenta.

Está actuando impulsivamente, al igual que yo, y debido a eso nos estamos lastimando aún más de lo que ya nos hemos dañado.

Y todo por mi culpa.

- Está situado en la universidad de ciencias económicas, perteneciente al distrito Queens.

- Recíbela - Espeto, tornandome tenso al pensar en ella.

- ¡Señor Bennett! - La voz de Manuel suena a que ha estado corriendo mil kilómetros en pocos minutos.

- ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

- No... - Respira pesadamente y me pongo de pie, posando mis manos en el escritorio.

- Habla - Espeto cuando me impaciento.

- Ashley..., ha tenido un ataque..., En los baños de la universidad. La hemos encontrado casi agonizando.

Toda armadura que había tenido puesta hasta ahora, se queda en el asiento de mi escritorio cuando salgo corriendo con mi teléfono en manos e ignorando a todo el que se me cruza mientras me pongo el saco de mi traje.

- ¿¡Dónde están!? - Espeto al teléfono desde donde sigue conectada la línea de Manuel.

- En el hospital de Queens...

Corto antes de que termine y llego al ascensor.

«¡Maldita sea!»

Subo, debido a que por las escaleras terminaré llegando en mil años.

«¡Maldito sea el día en que elegí habilitar el último piso!»

- ¡Señor Benjamin! - El anciano que he tenido detrás todos éstos meses me detiene en el vestíbulo, junto a sus cinco guardaespaldas.

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