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Conforme pasaban los días, el miedo de que las palabras del médico se hicieran realidad se apoderaba de ellos

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Conforme pasaban los días, el miedo de que las palabras del médico se hicieran realidad se apoderaba de ellos. Thomas le había prohibido a Anthony y a Simon que la vieran, incluso a Daphne también se lo tenía prohibido; estaba furioso y no había dejado de culparlos. 

Robert no tenía concentración ni fuerzas para tomar decisiones. Adeline no había estado presente en la boda de Simon y Daphne; la ceremonia, sin duda, había sido algo melancólica.

 Benedict la iba a ver todos los días sin falta; pasaba horas leyendo para ella, pintándola, dibujándola, escribiéndole poemas o simplemente hablándole. Y como siempre, terminaba llorándole. Le tomaba la mano, rogando porque siguiera caliente.

—Te traje algo para que comas —le dice Thomas. 

Al principio, Benedict se quitaba las lágrimas de los ojos y ocultaba lo afectado que estaba, pero con el paso del tiempo dejó de hacerlo, simplemente ya no le encontraba sentido. 

—Gracias... —dice, viendo la bandeja que coloca en el tocador cerca de la cama.

—¿Se lo pediste? —Benedict despegó la mirada de la rubia y vio al hombre a su lado. —¿Le pediste matrimonio? 

—Sí...

—Por un momento, creí que sería Anthony —le dice. —Pero... tú eres mucho mejor que tu hermano. 

Benedict lo vio confundido; había visto la manera en que Anthony la veía, pero nunca... 

—Él parecía querer hacerlo; fue un verdadero alivio que no lo hiciera. 

Notó el tono en el que lo nombraba; era claro el desprecio que sentía por su hermano mayor. 

Lo vio atento; estaba más delgado, pálido y con unas ojeras prominentes; sabía que debía estarla pasando mal; su tío Robert parecía estar sumido en la desesperación y no había podido continuar con sus deberes de duque, así que Thomas tenía que hacer su trabajo.

—Tengo que ir a Ecclestone la semana que viene; tengo que pasar por lo menos un mes ahí —dice frustrado, pasándose la mano por el cabello. 

—Yo la cuidaré; no tienes que preocuparte por eso —dice. 

La fragilidad de su hermana lo llenaba de una mezcla de tristeza e impotencia. 

—Es como si estuviera en otro mundo —susurra Thomas, más para sí mismo que para Benedict. 

Acarició suavemente el cabello de su hermana, su expresión suavizándose.

—Recuerdo cuando éramos niños; siempre era ella la que me animaba a seguir adelante —dice con una pequeña sonrisa. —Siempre trataba de ayudarme a hacer amigos. 

—Al parecer no lo consiguió porque no tienes ninguno. 

Thomas soltó una leve risa, agradecido por el intento de su amigo de hacerle sentir mejor.

Ser Feliz / Benedict BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora