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Adeline abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que inundaba la habitación

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Adeline abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que inundaba la habitación. Por un momento, todo estaba borroso y confuso, hasta que la realidad comenzó a tomar forma a su alrededor. Se estiró perezosamente, buscando instintivamente el calor reconfortante de Benedict a su lado. Pero su mano solo encontró las sábanas frías y desiertas. La confusión se apoderó de ella mientras se sentaba en la cama, su corazón latiendo con un presentimiento de inquietud.

—Ben — murmura, su voz sonando débil en la habitación vacía. Miró a su alrededor, esperando verlo en algún rincón oscuro de la habitación, pero no había rastro de él. La preocupación comenzó a burbujear en su interior mientras se preguntaba dónde podría estar Benedict y por qué se había ido sin decir nada. ¿Había ocurrido algo mientras ella dormía? ¿Había hecho algo para molestarlo?

Se obligó a sí misma a respirar profundamente, tratando de calmarse mientras intentaba racionalizar la situación. Quizás solo había salido por un momento y volvería pronto. O tal vez había tenido que salir por algún motivo urgente y volvería en breve para explicar.

Pero a medida que pasaban los minutos y el silencio persistía, la ansiedad de Adeline creció. Y supo que él no volvería.

La puerta de su habitación se abrió.

—Buenos días, señorita — dice Elena, y notó la preocupación en el rostro de Adeline —. ¿Se siente bien?

—No... — murmura, dejándose caer en la cama.

Elena se acercó rápidamente y le tocó la frente.

—¡Está ardiendo! — exclama.

—¿Sí? — pregunta Adeline llevando una de sus manos a su rostro.

—Le informaré al duque — dice, saliendo apresuradamente de la habitación.

—Le informaré al duque — dice, saliendo apresuradamente de la habitación

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Quizás era la primera vez que estaba tan afiebrado.

—Por Dios, Benedict — le reclama su madre —, ¿dónde estuviste toda la noche?

Intentó hablar, sin entender cómo había amanecido bien y en ese momento se sentía tan débil. Tal vez estaba tan caliente entre los brazos de Adeline que no notó la cantidad de calor que producía su propio cuerpo, hasta que salió de la mansión Edevane. Había vuelto a su casa con la intención de aclarar su mente, hablar con su madre y hacer lo que le correspondía.

Ser Feliz / Benedict BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora