Cap#33: Mi Mariposa

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                                                                                         ~Amaia~

El pasillo del hospital parecía interminable mientras caminábamos en silencio, cada paso resonando con el peso de la pérdida. Las luces fluorescentes proyectaban sombras largas y vacilantes, y el aire estaba cargado de una quietud inquietante. Emma y Esteve caminaban a mi lado, sus manos sosteniendo las mías en un intento de brindar apoyo.

Al llegar a una pequeña sala de espera, Nora se desplomó en una silla, sus sollozos ahora libres, sin restricciones. Su dolor era palpable, y aunque mi corazón estaba roto, me acerqué a ella, abrazándola con fuerza.

—Lo siento tanto, Nora —susurré entre lágrimas, sintiendo la desesperación en cada palabra.

Emma y Esteve se sentaron a nuestro lado, sus miradas llenas de tristeza y comprensión. Nos quedamos allí, un pequeño grupo de corazones rotos, intentando encontrar consuelo en la presencia mutua.

Después de lo que parecieron horas, Emma habló en voz baja, su tono suave y lleno de cariño.

—Amaia, deberíamos ir a casa. No podemos hacer nada más aquí.

Asentí lentamente, sintiendo el agotamiento en cada fibra de mi ser. Me levanté con esfuerzo, tomando la mano de Nora y ayudándola a ponerse de pie. Con pasos vacilantes, nos dirigimos hacia la salida del hospital. El aire de la noche era frío y cortante, un reflejo cruel del vacío que sentía por dentro.

El viaje de regreso a casa de Nora fue silencioso, el coche lleno de una tristeza pesada y palpable. Emma conducía con cuidado, sus ojos enfocados en la carretera mientras Esteve me sostenía la mano en el asiento trasero, su presencia una fuente de consuelo silencioso.

Al llegar a la  casa, la realidad de la ausencia de Noah se hizo aún más dolorosa. Cada rincón de la casa parecía impregnado de recuerdos suyos, cada objeto un recordatorio de lo que habíamos perdido. Me dirigí a su habitación en silencio, dejándome caer en la cama, sintiendo el peso de la tristeza aplastarme.

Emma entró detrás de mí, sentándose a mi lado y acariciándome el cabello con ternura.

—Estoy aquí, Amaia —dijo en voz baja, su amor y apoyo evidentes en cada palabra.

No pude evitar romper en lágrimas de nuevo, mi cuerpo temblando con la intensidad del dolor. Emma me sostuvo, su abrazo una ancla en medio de la tormenta emocional que me consumía.

—No sé cómo seguir sin él, Emma —murmuré entre sollozos mientras miraba una foto de el cuándo apenas era un niño que tenía colgada de la pared. 

—Lo sé, Amaia. Pero vamos a encontrar la manera. Juntas —respondió Emma con determinación, su voz firme a pesar de las lágrimas que también corrían por su rostro. - Noah te amaba demasiado y sé que verte así lo rompería en pedazos.

Nos quedamos así, en silencio, compartiendo el dolor y la tristeza. Sabía que el camino hacia la sanación sería largo y arduo, pero en ese momento, la presencia de Emma y Esteve, y el amor que Noah me había dado, me ofrecían un destello de esperanza en medio de la oscuridad.

Con el tiempo, encontraríamos una forma de vivir con la ausencia, de honrar su memoria y seguir adelante. Pero por ahora, nos permitimos llorar, abrazar el dolor y recordar a Noah, sabiendo que su amor y su luz vivirían siempre en nuestros corazones.

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El día del entierro de Noah amaneció gris y nublado, como si el cielo compartiera nuestra tristeza. Una brisa fría soplaba suavemente, susurrando entre los árboles y llevando consigo un aire de solemnidad. Al llegar al cementerio, el dolor se intensificó con cada paso que daba hacia la parcela donde descansaría Noah. La vista del ataúd cubierto de flores blancas me golpeó con una fuerza abrumadora, y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro una vez más.

La familia y los amigos cercanos de Noah se habían reunido alrededor de la tumba, sus rostros marcados por el dolor y la pérdida. Nora estaba de pie junto a mí, sus ojos rojos e hinchados por el llanto. Tomé su mano, buscando consuelo en la conexión que compartíamos en ese momento de devastación. Emma y Esteve se colocaron a nuestro lado, su presencia silenciosa y solidaria.

El sacerdote comenzó a hablar, su voz suave y llena de compasión. Habló de la vida de Noah, de su bondad, su amor y la luz que había traído a todos los que lo conocieron. Cada palabra era un recordatorio doloroso de lo que habíamos perdido, y sentí como si mi corazón se rompiera de nuevo con cada frase.

Cuando llegó el momento de decir unas palabras, Nora dio un paso al frente. Su voz temblaba, pero había una determinación en sus ojos.

—Noah era más que un hijo —comenzó, su voz cargada de emoción. —Era un amigo, un confidente, una luz en nuestras vidas. Su amor y su alegría eran contagiosos, y todos somos mejores por haberlo conocido. Aunque nos duele perderlo, sé que su espíritu y su amor vivirán en cada uno de nosotros.

Las palabras de Nora resonaron en el aire, y su dolor era palpable. Me armé de valor y también di un paso al frente, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—Noah era mi todo —dije, mi voz quebrada por las lágrimas. —Era mi amor, mi mejor amigo, mi compañero de vida. Su sonrisa iluminaba los días más oscuros, y su amor me daba fuerzas. Prometo llevar su luz conmigo, vivir de una manera que honre su memoria y su espíritu. Noah, siempre serás parte de mí.

Las lágrimas corrieron libremente por mi rostro mientras volvía a mi lugar, sintiendo el consuelo de los brazos de Emma rodeándome. El sacerdote continuó con el servicio, y finalmente llegó el momento de bajar el ataúd a la tumba. El sonido de la tierra cayendo sobre el ataúd fue como un golpe final a mi corazón, y un sollozo desgarrador escapó de mis labios.

Nos quedamos allí, viendo cómo el ataúd de Noah desaparecía lentamente bajo la tierra. Cada palada de tierra era una despedida dolorosa, un recordatorio de que nunca más volvería a verlo, a escuchar su voz, a sentir su abrazo.

Cuando todo terminó, la gente comenzó a dispersarse lentamente, ofreciendo sus condolencias y abrazos. Me quedé junto a la tumba, incapaz de alejarme, sintiendo que dejarlo ahí era una traición a nuestro amor.

—Amaia, es hora de irnos —susurró Emma, su voz suave y llena de comprensión.

—No puedo, Emma —murmuré, mi voz apenas un susurro. —No puedo dejarlo aquí.

Emma se arrodilló a mi lado, tomando mi mano con ternura.

—No lo estás dejando, Amaia. Él siempre estará contigo, en tu corazón. Pero necesitamos seguir adelante, por él y por nosotros mismos.

- Lo sé, Emma, pero deseo quedarme un rato más, solo él y yo. 

Emma asintió, poniéndose de pie mientras se alejaba de la tumba agarrada de la mano de Esteve. Verlos juntos me dolía aún más, una herida abierta al recordar el amor que yo ya no sentiría jamás.

—Noah... —susurré, mi voz quebrándose en el aire frío. Cerré los ojos, dejándome envolver por los recuerdos de cada momento a su lado. Recordé la primera vez que lo vi en el hospital, y cómo lo encontré de nuevo en la cafetería, pensando que era un chico tonto por no alejarse de sus amigos egoístas. Pensé en la noche del baile, cuando me traicionó, pero luego, entre lágrimas, me suplicó perdón y bajo la luz de la luna me besó. Recordé la noche en que dormimos juntos, cuando me dijo que yo era lo más hermoso del mundo, cuando me comparó con una mariposa monarca y besó cada área de mi cuerpo con amor y delicadeza.

Noah era... es tan perfecto. Lo he visto desnudo, vestido como príncipe, enojado, sonriendo, cocinando, con hambre, agotado, sin dormir, lleno de energía, llorando, frustrado, celoso... y aún así sigue siendo el hombre más perfecto y lindo que he visto en mi vida.

Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro mientras una brisa fría recorría mi cuerpo. Abrí los ojos y la vi: una hermosa mariposa monarca azul posada sobre su tumba. Era hermosa, tan perfecta como él. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras la mariposa volaba hacia mi mano y se posaba allí. Lo entendí en ese momento. Noah estaba conmigo. Había prometido que nunca me dejaría y comprendí que su presencia viviría en cada mariposa que viera.

Yo era su mariposa, pero él se convirtió en la mía.

Antes de marcharme, decidí dejar una carta que había escrito para él en su tumba.


MARIPOSA- La luz de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora