Capítulo 11

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—Te odio

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—Te odio...—mi voz es apenas un susurro contra la fría pared de mi cuarto de baño, pero lo suficientemente alta para que el hombre que me mantiene prisionera contra su cuerpo se tense.

—¿Me odias? —me aparta de la pared para empujarme contra el lavamanos. —¿Estás segura que es odio lo que sientes? —se coloca entre mis piernas, apretándose contra mi espalda y tira de mi pelo hacia atrás, contemplándonos en el reflejo del espejo, acercando su boca a mi oído. —Tu cuerpo no me dice lo mismo.

—Mi cuerpo es un traidor —intento mirarlo con furia en los ojos pero es inútil, me brillan por el deseo y lo sabe.

Una suave risa nace de su garganta y me recorre como un escalofrío caliente hasta morir en mi vientre.

—Tu cuerpo me pertenece, Pipiola, desde el primer momento que probé tus labios —su polla presiona contra mi coño, pidiendo entrar en una súplica silenciosa.

—Me dices que soy tuya pero sigo prometida a otro... —una lágrima solitaria me cae por la mejilla y vuelve a tirar de mi pelo para acercarme a su cuerpo para recogerla con la lengua.

—¿Crees que voy a dejar que otro tenga lo que es mío? —su aliento acaricia mi mejilla, su voz destila ira. —No he matado a ese imbécil de Constance porque tu padre me suplicó por su vida, pero el chulito de la piscina no tendrá la misma suerte. —su mano derecha acaricia mi cuerpo, despacio, deteniéndose en mis pezones y tirando de ellos, haciéndome jadear.

—¿Eres tú?¿El que estaba en el despacho de mi padre? —mi cara de sorpresa se refleja en el espejo mientras sus manos atrevidas me recorren la piel, encendiéndome.

—Siempre soy yo, Patrizia —sus manos hábiles me empujan más sobre la encimera fría de mármol, y me abre las nalgas dejando que su polla busque el hueco, encajando como lo haría la última pieza de un puzle. —He convertido esta maldita casa en mi cuartel general solo para poder verte...me estás haciendo perder la puta cabeza.

Y sin poder asimilar sus palabras empieza a empujar su polla en mi culo, metiéndola despacio, lubricada por los jugos de mi coño. Ya debería estar acostumbrada a su tamaño, pero, joder, es enorme para mi culo apretado y me deslizo entre la fina linea entre el placer y el dolor mientras los gemidos salen de mi garganta.

—Shhhh, o tendré que matar a todos los que te oigan gemir.

Sus manos aprietan mis nalgas, mientras deja su polla a medio camino contemplando nuestra unión como un artista a su mejor obra. Puedo verlo apretar los dientes y como se han tensado los músculos de su cuerpo, y me enciende aún más, con su camisa perfectamente planchada y los pantalones de pinzas. Un azote me sobresalta y mi mayor fantasía me mira a los ojos, perdiéndome en la pasión que reflejan mientras me penetra hasta el fondo, hasta que nuestros cuerpos vuelven a juntarse.

Un grito silencioso sale de mi garganta en una exhalación ahogada cuando me llena con su polla.

–Quieta...acostúmbrate a su tamaño.

Aguanta unos segundos eternos dentro de mí y se retira, aliviando la presión que ejerce su polla en mi culo, mientras me vuelve azotar las nalgas y escupe sobre mi piel, resbalando hasta mi ano.

Alarga su mano para taparme la boca y, no se que pretende, hasta que vuelve a meterme la polla de un solo golpe, hasta que su cadera hace tope con mis nalgas, y mi grito muere contra la palma de su mano, intento apartarme de él, pero me agarra con su brazo, rodeando mi cintura y manteniéndome sujeta contra su cuerpo.

–Cabrón...-una lágrima silenciosa me cae por la mejilla y sus labios la recogen.

El dolor pasa rápido, y es sustituido por un placer que crece en oleadas, me penetra despacio, su polla es demasiado grande para follarme sin estar excitada, y él lo sabe. Me acaricia de nuevo el clítoris, humedeciendo aún más mi coño. La humedad empieza a resbalar por mi muslo cuando noto sus dientes en mi cuello. El placer me inundan mientras aumenta el ritmo penetrandome a la misma vez con los dedos en mi coño, hasta que un orgasmo me sorprende, dejándome ir en sus brazos.

Un gruñido me hace mirar en el espejo y ver a Dante Falcone agarrarse la polla mientras se corre sobre mi espalda, llenándome de su semen, es mi nueva fantasía.

—No te muevas —su voz suena grave y ronca y hace que me palpite el clítoris.

Saca su móvil del bolsillo del pantalón y me hace un par de fotos, una de ellas a mi espalda y otra al espejo.

—Preciosa...

—¿Qué vas hacer con eso? —me sonrojo sin poder evitarlo.

—Umm, voy a estar unos días fuera, quiero que veas estas fotos cada mañana para recordar a quien perteneces, Pipiola. —sin moverse, envía las fotos al móvil que me regaló, lo oigo pitar en la mesita de noche. —¿Me has entendido? —se separa de mi, apoyándose en la puerta del baño, mientras se sube la bragueta del pantalón.

Asiento pero no consigo morderme la lengua cuando un ramalazo de celos me inunda.

—¿Vas solo?

Me mira, entrecerrando los ojos, pero media sonrisa cubre sus labios, pícara, y me recorre el cuerpo en una mirada que vuelve a encenderme la sangre.

—¿Quieres venir conmigo? Puedo arreglarlo.

—Sería demasiado peligroso, que estés aquí ya es demasiado peligroso, si mis padres se enteran...—un suspiro escapa de mi garganta. —¿Sabes lo que significa esto para mi reputación?¿Que hombre se casaría conmigo si sabe que soy tu amante? —empiezo a caminar, dando vueltas en la pequeña habitación, desnuda ante él.

—No debes preocuparte por eso.

—¿Cómo no me voy a preocupar si mi futuro está en juego? —mis ojos empiezan a humedecerse, aguantando las lágrimas que amenazan con derramarse.

—Patrizia, hablaremos a mi vuelta. —me detiene, acariciando mi mejilla con dos dedos y rozando mi labio inferior con el pulgar.

Puedo notar como está apunto de besarme cuando su móvil empieza a vibrar, rompiendo la magia del momento.

Asiento, mientras se aleja de mí, adecentándose con facilidad y saliendo de mi habitación en silencio, dejándome allí sola con la muestra de su placer en mi espalda.



Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora