VI

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—¡Isabella, por favor! Tienes que salir. ¡No te puedes quedar encerrada aquí solo por eso! —Ahí estaba Ari, intentando sacarme de la habitación del hotel. Desde que me enteré que también estaba en el mismo hotel y pasaba mucho más tiempo con Juan, opté por encerrarme en la habitación hasta que se fuera.

—¡No, Ari! ¿Y si me reconoce? —Grité agarrándome de la cama para que ella no me halara.

—¡Pues... Te reconoce... Y ya! —Dijo haciendo fuerza para despegarme de la cama.

Finalmente, después de casi una hora, lo logró, y estaba allí junto a ellos haciendo todo lo posible porque Rodrigo no me entablara conversación, cosa que no funcionó mucho.

Llegó un momento de nuestro viaje por las calles de Europa, que Juan y Ari se adelantaron sin darse cuenta, él estaba frente a mí, y se quedó quieto mirando por la vitrina de una tienda.

Estaba mirando varias cosas con detalle, parecía un nene pequeño buscando algo para comprarse, sonreí inconscientemente cuando abrió su boca por inercia, pegó sus manos a la vitrina y se quedó observando algo con emoción. Me acerqué para ver qué era, y ahí frente a nosotros yacía un autito de carreras color rojo. Lo miré a él, luego otra vez al carrito, me di cuenta de que lo quería.

Entré a la tienda y él al darse cuenta me siguió confundido, pagué el coche, y desde la bolsa se lo entregué. Me miró súper emocionado, y yo solo me reí detrás del tapabocas, tomó la bolsa con emoción y sacó el auto, me sonrió y cuando estaba a punto de abrazarme, me aparté.

—Oh, mira. Juan y Ari nos dejaron, es mejor que los busquemos rápido. —Me reí nerviosa, salí casi corriendo de la tienda. De hecho, eso estaba a punto de hacer, pero sentí su mano agarrar mi muñeca y detenerme.

Suavizó su agarré al ver que me detuve, miré nuestras manos, y luego a él otra vez, me estaba sonriendo dulcemente, acción suficiente para hacer mi corazón saltar de alegría. Todo valía la pena si él estaba conmigo, lo amaba incluso si él no lo sabía.

—Muchas gracias, Isabella, lo re aprecio. —Esta vez no me dejó escapar y me abrazó suavemente, se separó y comenzó a caminar, detrás de Juan y Ari, que nos esperaron en una esquina, Juan solo hablaba con Carre, comenzó a presumir el autito y Ari me miraba con una expresión que no supe descifrar.

Me toqué el pecho y sonreí mirando hacia otro lado. Mi corazón latía desenfrenado dentro de mi pecho, y mi mente no paraba de reproducir repetidas veces aquella escena, no sabía si él lo había sentido como yo, escuchar mi nombre salir de su boca, la forma en la que me miró, todo había sido mágico, o al menos así lo vi yo.

Llegamos al hotel, Juan se despidió de Carre, y Ari se me acercó.

—¿Segura que estás bien? Puedo quedarme aquí con ustedes si...

—No, Ari. Ve, disfruta de tu tiempo con Juan. ¡Por Dios, están en Europa! Disfrútenlo, yo estaré bien. —Le sonreí y la abracé, Ari era mi hermana, mi mejor amiga y mi apoyo incondicional, sabía que podía contar con ella para todo.

Finalmente se fue, Carre se despidió no sin antes volver a agradecerme por lo del coche, y yo simplemente le sonreí.

Llegué a la habitación, y me tiré en la cama, coloqué la almohada sobre mi rostro, era increíble que para mí, un simple toque o roce de su parte hiciera que mi pulso se redujera y mi corazón latiera con desenfreno, durante todos estos años, deseando en silencio este momento, deseando tenerlo cerca otra vez, fantaseando el sabor de sus labios...

Quité la almohada de mi cara al sentir una notificación en mi teléfono, era de Instagram, entré a la aplicación y vi una solicitud de mensaje.

@rodricarreraaa

Esa es la manera en la que te amo | Rodrigo Carrera × Tú |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora