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— ¿Qué hay ahí afuera? —murmuró Abril, girando ligeramente su cara a Samantha.

Habían pasado el día juntas, y justo ahora estaban tiradas sobre sus espaldas, mirando hacia el cielo. Samantha había extendido una manta en la esquina del parque para que pudieran ver el atardecer, que con el tiempo se convirtió en observar las estrellas que lentamente llenaban el cielo.

— ¿Afuera? ¿Dónde? —preguntó Samantha, sin dejar de mirar al cielo.

Abril señaló hacia arriba.

— En el cielo. Tiene que haber más, ¿no?

La niña más pequeña estudió la cara de Samantha una vez más. Encontraba a la chica mayor mucho más interesante que las estrellas.

— Nadie sabe —Samantha finalmente se volvió para mirar a Abril, ganando una suave sonrisa de la chica—. Creo que eso es lo que hace que mirar las estrellas sea tan mágico. Hay tantas cosas por ahí de las que no sabemos todavía.

— Da miedo —Abril se acercó más a Samantha y apoyó la cabeza en su hombro.

— No —Samantha negó con la cabeza—. Estamos a salvo aquí abajo, Aby.

Ella deslizó un brazo alrededor de la cintura de Abril y devolvió la vista al cielo.

— Las estrellas sólo nos recuerdan que no estamos solos.

— Yo no estoy sola —Abril asintió una vez—. Te tengo.

— Me tienes —confirmó Samantha, sonriendo suavemente a Abril.

— Y tú me tienes —Abril sonrió ampliamente y se volvió hacia un lado, apoyándose con el codo para que pudiera estudiar el rostro de Samantha—. Tú y yo, ¿no?

— Tú y yo —Samantha asintió una vez y guiñó a Abril.

La más pequeña rió y dejó que su cabello cayera suelto sobre su cara.

— Oye, no hagas eso —Samantha se rio suavemente y se acercó para meter el cabello de Abril detrás de su oreja—. No escondas tu hermoso rostro.

— ¿Soy bonita? —Abril inclinó la cabeza hacia un lado, como si la belleza fuera un concepto extraño para ella.

Samantha levantó una ceja y se volvió a un lado para verla también.

— Creo que todo el mundo es hermoso —ella comenzó, extendiendo la mano y jugando con un mechón de cabello de Abril alrededor de su dedo—. Pero hay algo en ti que te hace especial —Samantha sonrió suavemente—. Especial para mí.

— Estoy feliz aquí —suspiró suavemente Abril, volviendo a recostarse sobre su espalda y mirando hacia el cielo—. Es una nueva sensación, pero sí me gusta.

— ¿Una nueva sensación? —Samantha se mordió el labio, pensando en los escritos del viejo diario de Abril. La chica tenía constantemente deseos de tener felicidad, teniendo la esperanza de que algún día en el futuro la pudiera encontrar.

— Sí —asintió Abril, sin dejar de mirar a las estrellas—. Antes había... cosas malas. Y malas personas. Era difícil ser feliz.

Ella se volvió a Samantha y frunció los labios.

— Pero aquí está la felicidad, la he encontrado.

La respiración de Samantha quedó atrapada en su garganta cuando Abril colocó su mano encima del corazón de Samantha.

— Hay felicidad aquí. Contigo —sonrió contenta Abril—. Estoy en mi hogar.

— ¿Hogar? —preguntó Samantha, resultándole difícil formar una frase coherente. Estaba agradecida de que había oscurecido, por lo que la niña más pequeña no podría ver el rubor en sus mejillas.

YELLOW ( Rivari )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora