Capítulo 3

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¿Por qué no me habías dicho que eres mecánico?

Sus ojos pasaron de la hostilidad a la sorpresa en cuestión de un segundo.

—¿Cómo lo sabes?

Sonreí, volteando la cabeza.

—Pues resulta que, por casualidades de la vida, tu jefe es mi padre —no me giré para ver su reacción.

Hubo una pequeña pausa en la que sólo se escuchó el ruido del motor del autobus y su respiración superficial.

—Vaya —dijo—. Al parecer la vida se empeña en ponerte en mi camino.

—Creo que es al revés —refuté rápidamente. Pero creo que no me escuchó. Ya que, de pronto, sus ojos fieros parecían estar desenfocados y perdidos en algún lugar recóndito de su mente. Un lugar al que yo no podría acceder jamás. ¿Quién era realmente este chico?

El tiempo pasó rapidísimo. Él y yo no volvimos a cruzar palabra. Cuando menos lo esperé, ya habíamos aparcado enfrente del instituto. Light salió disparado hacia la puerta sin contexto alguno. Me quedé perpleja observándolo cómo se desaparecía entre la multitud. ¿Qué mosca le había picado?

Yo salí inmediatamente después junto al resto de estudiantes. Faltaban cinco minutos para las siete. Gozaba del tiempo justo para llegar al aula donde se impartía Informática.

Cuando entré en el helado salón repleto de monitores, me conduje hasta uno de los computadores que estaban en la fila de las mesas de enfrente. Eché un vistazo hacia atrás y recorrí furtivamente los rostros de los estudiantes que ya estaban adentro. Light no había llegado aún. El aire acondicionado estaba a tope, lo cual era tremendamente innecesario. Pues afuera hacía frío y el cielo estaba parcialmente plomizo, justo como ayer a esta misma hora. Detesté no tener un abrigo lo suficientemente fino y adecuado con el que cual poder abrigarme.

—Buenos días, chicos —se anunció la maestra recorriendo a grandes zancadas el espacio entre el umbral y su escritorio. Fruncí el ceño con absoluta extrañez al no ver entrar a más nadie luego de que ella cerrase la puerta tras sí. ¿Es que acaso Light no estaba en esta clase? Por un momento llegué a pensar que la razón por la que se había adelantado, era porque deseaba tener una conversación previa de carácter estudiantil con la docente.

Bueno, quizá está en otra sección... aventuró mi mente con una nota de desencanto.

Vaya suerte la mía.

El bloque de Informática pasó rápido y sin contratiempos. Me encantaba esta asignatura. O tal vez lo que realmente me agradaba era la forma en la que era impartida. La Sra. Guandique era una genio en su respectivo campo. Después de anotar las instrucciones estructurales de los deberes que debíamos entregar en una semana, introducí mis libros de Lineamientos de Excel Avanzado en el bolso, y me dirigí a la cafetería. Moría de hambre.

Cuando llegué al concurrido lugar, noté que Aurora me guardaba un asiento en una mesa del fondo. Ella, al igual que yo, cursaba segundo año de bachillerato. Pero, a diferencia mía, estaba en una sección más privilegiada, por así decirlo. Ella estudiaba en el lado pudiente del campus: un lugar cargado de riquillos y excentricidades a más no poder, tales como piscinas, canchas de fútbol y baloncesto, clubes de gimnasia y ajedrez, restaurantes finos, una biblioteca antiquísima, entre otras cosas.

Gracias a esto, éste instituto siempre había sido blanco de controversia. Pues, de algún modo, a los becados siempre se nos marginaba de alguna u otra forma.

Sin embargo, yo no me quejaba. ¿O sí? Lo cierto es que de éste lado también teníamos cosas muy bonitas. No tanto como ellos, claro, pero tampoco era tan malo. Y, después de todo, era realmente un honor y un orgullo haber entrado a este lugar. ¿Sabes? Tienes que tener una racha de puros dieces perfectos para que tu beca no caduque. Y es por ello que cada vez me quedaba con menos compañeros, pues la mayoría no daba la talla. Al final, siempre se terminan graduando cuatro o cinco prójimos de los veinte o treinta que logran ingresar a primer año. ¿Excesivo para ser un simple instituto? Sí.

TROTAMUNDOS | Light Yagami y TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora