Capítulo 10

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Las fiestas agostinas llegaron por fin.

Disponía de una semana para descansar y, sobre todo, para pensar en los últimos acontecimientos que habían ocurrido en mi vida.

Los días, hasta ayer, transcurrieron de manera rara.

Apenas vi a Paulo un par de veces en el instituto. Luego, para mi desasosiego, descubrí que había cambiado a otras horas —y a otro lugar— todos los horarios de clases que compartía conmigo. Cuando intenté abordarle para que me diera las explicaciones necesarias, me frenó en seco en compañía de su nueva y pegajosa novia, Aída.

—Ya no quiere estar en el lado de los pobretones como tú —me dijo Aída, al tiempo que se desternillaba de risa. Paulo rió nerviosamente.

Era cierto. Paulo había abandonado casi del todo su privilegio en "lado bien" del instituto por mi causa. Sin problema alguno, había logrado inscribir un 60% de todo su talonario de asignaturas en el "lado becado".

Con esto me quedó claro que el dinero puede levantar y derribar montañas.

Paulo jamás fue dotado o inteligente. Pero un simple fajo de billetes mensual bastó para que el director le diera permiso para llevar (y aprobar) todas las asignaturas que a mí, y a mis compañeros, nos costaba sangre, sudor y lágrimas cursar con excelencia.

Su recuperación fue lenta. La golpiza que le propinaron lo mantuvo más de un mes en el hospital. Cuando salió, apenas lograba caminar torpemente con muletas. Su cara y cuerpo estaban magullados de forma horrible. El tiempo aún no le había hecho el favor de borrarle todos los moretones que le moteaban la piel.

En otras noticias: había evitado a toda costa conversar con Light Yagami. Lo he estado ignorando olímpicamente desde el día en que fui a su vecindario. En cambio él, parecía sofocante y fervientemente interesado en entablar palabras conmigo.

—Lo que haces es injusto, Teresa —me había dicho un día antes de salir de vacaciones, a las afueras del laboratorio de Química. Por suerte, Aurora me fue a rescatar de esa embarazosa situación antes de que pasara algo más grave.

Mi celular vibró una vez más en la bolsa de mi pantalón. No tenía ni que mirarlo para saber de quién se trataba.

[YAGAMI]: "Si no me respondes este texto, voy a dar por hecho que nuestra historia ha llegado a su fin. De ser así, te juro que nunca más volverás a saber de mí".

Mi pecho contuvo una punzada extraña.

Mis dedos temblaron en torno a mi BlackBerry. ¿Quería yo, a pesar de todo, que Light jamás me volviese a hablar? Me sorprendió saber que la respuesta era "No".

Muy en contra de mi voluntad, éste hombre se había ido metiendo en lo más profundo de mis huesos de forma gradual y paciente. Lo extrañaba. Sin embargo, eso no me enceguecía.

Light Yagami traía consigo sombras negras y letales.

Y yo era parte de ellas.

La noticia de los 30 muertos por paros cardíacos le dio la vuelta al mundo. Todos especulaban un sinfín de cosas aquí y allá. Algunos creían que se debía a la "pronta venida de Cristo"; otros que se había tratado de brujería antigua y poderosa. Pero la mayoría concordaba en algo: fue un evento glorioso, sin precedentes y necesario.

Y es que la gente amaba dos cosas: las historias morbosas y ver pagar a criminales.

Morboso. Extraño. Imposible. Light.

Esas palabras rondaban mi mente. Como si lo de la manzana que se desvaneció hubiese sido poco, mi querido chico de ojos fieros había admitido algo completamente inquietante. Algo que hizo que el filo de mi navaja se intrincara aún más en su yugular ya expuesta.

TROTAMUNDOS | Light Yagami y TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora