Capítulo 13

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Mis dedos se paseaban por el teclado de manera lenta. A pesar de que hacía un día realmente caluroso, sentía un frío bestial. Mi mirada se concentró hábilmente en la pantalla cuando busqué en Google la frase: «Light Yagami». Sabía, de alguna forma, que este podría ser un acto bastante torpe y... desatinado. Pues, por más que sonara especial para mí, no dejaba de ser un nombre común y corriente.

Pensado y hecho. La pestaña me mostró decenas de resultados de cosas que no tenían que ver en lo absoluto con mi objetivo. Al bajar por la pantalla del monitor, mi creciente descontento iba en aumento. Me levanté de la silla del Cyber, y comencé a devanarme los sesos en busca de algún gancho que me pudiese servir.

«—No eres la primera que me acusa de ser el culpable de cometer cosas raras e ilícitas. Antes de ti, existió alguien a quien le encantaba ponerle porcentajes a mis supuestas culpabilidades escurridizas y cambiantes». Fueron sus palabras textuales.

¿Cómo es posible que todo fuese coincidencia? Otra persona, aparte de yo, consideraba a Light... ¿Culpable?

¿Pero culpable de qué? ¿Y por qué la línea de acontecimientos había llevado a esa misteriosa persona a creer tal cosa? ¿En dónde había sucedido todo eso? ¿En Japón? Kazuki dijo en su momento que consideraba a Light un "Trotamundos" o algo por el estilo, ya que el susodicho solía viajar por el mundo entero. ¿Podríamos acaso entonces iniciar con su país natal?

Era un camino bastante razonable.

Volví a sentarme rápidamente, borré la búsqueda antigua y comencé a teclear: «Asesinatos extraños en Japón». Los resultados, de nuevo, fueron poco esperanzadores. Okey, sí, había revistas, periódicos, tesis e incluso ensayos que documentaban —milimétricamente— crímenes a montones sin resolver. Sin embargo, parecían no guardar ninguna correlación entre sí.

Todos habían sido efectuados en tiempos completamente distintos, tanto así que, inclusive, había décadas de diferencia en más de la mitad de ellos. Pero, lo que más me llamó la atención, fueron las víctimas. Los asesinatos iban desde niños a personas aparentemente inocentes y sin historia criminal. En cambio, en México, la cosa fue completamente distinta.

—Estás usando las palabras incorrectas —susurró una persona a mis espaldas. Tardé el lapso de un segundo en girarme para encararla.

—Ryo.

—¿Puedo sentarme? —me dijo, agarrando una silla que estaba en la mesa del monitor contiguo.

—Sí. —Me hice a un lado para cederle espacio.

El chico se veía ojeroso y exhausto. Su habitual cara de hastío había desaparecido. En su lugar, una densa nube de cansancio oscurecía su rostro. Su ropa de colores sobrios y neutrales desprendía un intenso olor desagradable. ¿Qué le pasa, y qué querrá?

—Lamento muchísimo no haber ido al funeral de tu hermana.

Me llevé una mano al pecho, y negué con la cabeza.

—Descuida.

Él asintió suavemente. Una de sus manos se paseó por la madera pulida de la mesita que estábamos compartiendo. Su hedor me hizo arrugar la nariz durante un fugaz instante. De pronto, pareció recobrar una repentina sobriedad.

—Sé que nos viste y oíste —soltó.

Yo asentí.

—Así es.

Cerró los ojos con fuerza, y tensó los músculos. De repente, comenzó a negar fervientemente de un lado a otro. Utilizando uno de sus brazos, apretó fuertemente su abdomen a la altura de los oblicuos.

TROTAMUNDOS | Light Yagami y TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora