Capítulo 8

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¿Qué tan ético y propio es seguir y espiar a alguien?

No mucho. Eso es seguro.

Sin embargo, la acción de Kazuki me había destapado un pozo de ideas. Desde que lo conocí, hace dos semanas, el enigmático Light fue escalando de nivel en mis prioridades y... sí, también en mis obsesiones. A tal punto de que, con sólo pensar en él, el estómago se me revolvía y encogía.

El instituto cada vez se volvía más hostil. Los deberes y exigencias fueron creciendo exponencialmente a medida que nos acercábamos a las vacaciones agostinas. Por ende, Light y yo apenas y podíamos hablar durante fugaces momentos. El noventa y cinco por ciento del tiempo lo empleábamos en tareas escolares. Bueno, al menos en mi caso. Light era harina de otro costal; él tenía que llevar el estudio y el trabajo a la par para estar en equilibrio.

Pero, al parecer, no era algo de lo que tuviésemos que sentir lástima o misericordia. Light se las apañaba maravillosamente con ambas cosas. De vez en cuando me cruzaba por el taller para averiguar cómo le estaba yendo, no soprendió que la respuesta era bien. Mi padre no cabía de la felicidad cada que alguien le mencionaba a su trabajador estrella. Incluso nos dijo a Rosita y a mí que Light le había atraído gran suerte y más empleo.

Y, hablando de Rosita, todo parecía indicar que había encontrado un nuevo ligue y capricho adolescente. Desde luego me refiero a Kazuki. ¿Me parecía bien que anduviese de aquí para allá con un muchacho al que apenas conocíamos? No. No obstante, lo dejé pasar. Seguramente era algo pasajero y sin importancia: un amorío de pubertos.

Mi relación con mi madre no había cambiado ni un ápice. Seguía igual de distante y cortante conmigo, como siempre. No me perdonaba el hecho de Paulo y yo hayásemos terminado; pues ella alegaba que todo había ocurrido por culpa mía. No traté de seguirla convenciendo de lo contrario. Ya me había cansado de sus posturas erróneas y acusatorias con respecto a mí.

Que piense lo que le dé la gana.

Volviendo al tema del principio, ¿qué pasaría si yo, Teresa Chávez, me atrevo a seguir y a espiar al objeto de mis obsesiones? Le toqué superficialmente el tema a mi madrina. Ella me aconsejó que no lo hiciera, me dijo que era una acción poco ética y acosadora. Y razón no le faltaba. Sin embargo, el misterio que Light comenzaba a representar me hacía olvidarme por completo de mis principios.

Me toqué los labios con la yema de los dedos, y el recuerdo de nuestro inesperado y apasionado beso me alborotó las mariposas del estómago. Para serles sincera, no me gustaba sentirme así. Siempre me había gustado dominar mis sentimientos. Moldearlos a mi gusto y comodidad. Ahora en cambio, me sentía distinta.

Más vulnerable.

—¿Teresa, me estás prestando atención? —la voz interrogante de Aurora me sacó de mis pensamientos. Levanté la cabeza, y parpadeé repetidas veces. Mi amiga tenía los labios fruncidos en una línea fina.

—Perdón, me distraje.

—Eso es raro en ti —dijo, agarrando una fruta del cuenco que, al igual que nosotras, yacía encima del colorido mantel de picnic que estaba extendido en el césped. Le había propuesto a Aurora que viniésemos al parque municipal a estudiar. Los viernes por la tarde eran muy cálidos y tranquilos en este lugar.

—¿Qué me decías? —inquirí, tratando de deshacerme de sus crecientes dudas con respecto a mi reciente comportamiento.

Aurora suspiró.

—Que ayer en la noche murieron treinta personas de sopetazo —la miré con atención. Su labio inferior temblaba discretamente—. ¿Y sabes qué es lo más raro? —Aurora se comenzó a frotar las manos con ansiedad—. Que todos ellos eran pertenecientes al Cártel de Jalisco.

TROTAMUNDOS | Light Yagami y TeresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora