Al contrario de lo que quizá Elaine hubiese esperado, la cadena "Sundrops" de cafeterías tenía un estilo que mezclaba lo clásico y romántico con lo más moderno. Nada más entrar, un enorme mostrador en tonos de madera clara y verde oliva oscura presentaba las opciones en pastelería y tentempiés salados del día. Justo detrás y por encima de la cabeza de los camareros, colgando de la pared de azulejos aguamarina y superando las enormes máquinas de café, smoothies, granizados y batidos varios, se extendían cuatro pizarras cuadrangulares. Sobre las cuales, en letra pulcra y redonda, se promocionaban las ofertas de la semana. Anonadada por aquel festival de colores, sonidos alegres y olor a café, todo en uno, Elaine apenas fue consciente de que Harvey la conducía sin prisa hacia el fondo de la cafetería hasta que no tuvo los asientos frente a sí.
Pasado un pequeño pasillo de columnas, jaspeadas a juego con el resto de la ambientación del lugar, un pequeño tramo de escaleras daba paso a la zona más tranquila del local. Ahí, los muros estaban pintados de blanco y las enormes lámparas que colgaban del techo tenían tulipas semitransparentes de vidrio soplado, dejando a la vista enormes bombillas que ahora estaban apagadas. Por toda la estancia, que tenía forma de abanico extendido hacia el interior del edificio, sillas de aspecto mullido se alternaban con pequeños sillones o grandes sofás, sobre todo junto a las grandes ventanas que se abrían a ambos lados de la estancia. El sol entraba a raudales, haciendo caprichosos dibujos sobre las mesas de madera sin barnizar.
A aquella hora temprana del sábado por la tarde había bastante gente, lo lógico para el comienzo del fin de semana. Pero el ambiente distendido y calmo que allí se respiraba casi la transportó a un lugar donde sus preocupaciones –Ken, los asaltantes, sus dudas sobre sí misma– parecían diluirse entre los muros claros que la rodeaban. Así que la joven tampoco protestó una pizca cuando Harvey, tras dudar apenas dos segundos, los condujo a una de las mesas con sofás situadas a su derecha. Al otro lado del cristal, dalethanos de toda clase y condición iban y venían haciendo sus quehaceres. La plaza se llenaba, con el paso de los minutos, de más y más grupos de jóvenes deseando disfrutar del merecido descanso veraniego. Elaine se mordió el labio cuando la tristeza amenazó con inundar de nuevo su corazón. En parte, envidiaba aquella despreocupación con toda su alma. Pero, por otro lado...
—Bueno ¿qué opinas?
Devuelta de golpe a la realidad, Elaine se giró hacia Harvey ante la pregunta. Este se había sentado con los brazos levantados en pose teatral, como un mago que acaba de ejecutar su mejor truco y espera el aplauso del público. Ante aquella estampa, Elaine contuvo su diversión a duras penas.
—Está bien, está bien —claudicó, sin poder evitar que una pequeña carcajada escapara de entre sus labios. Por suerte, Harvey la coreó de inmediato y Elaine se relajó. ¿Qué esperaba de él, que la conocía como si fueran hermanos de sangre?—. Prometo que no volveré a desconfiar de ti, pero... ¡Baja esos brazos! ¡Para!
Cuando Harvey empezó a hacer gestos cómicos sobre su cabeza con las manos, sin hacer caso de la recomendación, la muchacha soltó una intensa carcajada. Sin quererlo, enseguida se descubrió con las lágrimas rebosando sus ojos. Hacía meses que no recordaba reírse tanto.
—Ay. Hacía siglos que no te veía reír así —dijo entonces Harvey.
Aquello, para bien o para mal, hizo que ella parase casi de golpe, avergonzada por puro impulso. Sin embargo, Elaine aún tuvo que jadear un par de veces antes de recuperar el resuello. Y le costó el doble elevar la voz más allá de un quedo suspiro.
—Ya, lo cierto es que yo tampoco me acuerdo de cuándo lo pasé tan bien por última vez. Yo...
—Vamos, tío. Deja de intentar liarme ¿quieres? No voy a hacerte un favor si sé que luego vas a contárselo a Isabelle con pelos y señales...
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Baila Para Mí: porque todos nos merecemos una oportunidad para brillar
Romance📚MUESTRA - PARTE 1 - 20 CAPÍTULOS 📚 Daleth es una ciudad de contrastes. De lucha, de supervivencia y, también, de belleza. Si uno cruza el Puente Ávalon hacia el norte, en dirección a las relucientes torres de investigación, se ve la zona más eleg...