La aludida se giró, con lentitud calculada, al tiempo que una discreta sonrisa de bienvenida asomaba a sus labios.
—Señor Zhu —saludó con naturalidad—. ¿Cómo está?
El recién llegado, por su parte, le devolvió el gesto e hizo una inclinación educada de cabeza hacia la muchacha. Las amigas de esta, en cambio, lo observaban con mal disimulada sorpresa. Wan Zhu era un hongkonés enorme y corpulento de unos cuarenta años; mediría cerca de metro noventa y sus músculos de exluchador destacaban bajo la camisa y la chaqueta sin apenas esfuerzo, con cada movimiento que hacía. Quince años atrás, cuando la lucha libre se había declarado práctica ilegal y peligrosa en toda la nación, Zhu había tenido que salir adelante en la vida sin recurrir a sus puños. Y la elección, siguiendo sus aficiones de juventud, había sido regentar un lucrativo casino en la ciudad que lo vio nacer.
—¡Bah! Ya sabes —respondió este a la pregunta de Vanessa, encogiéndose de hombros con cierta falsedad—. El negocio va viento en popa, pero nunca me puedo descuidar o... ¡los tiburones se lanzarán sobre mí!
El hombretón hizo entonces un gesto elocuente ante el cual, dependiendo del caso, las amigas de Vanessa rieron avergonzadas o se refugiaron más tras su espalda. Este último fue el caso de Elaine. Sin embargo, el dueño del Fairy Kingdom no pareció reparar en ninguna de sus reacciones mientras la mediana de las hermanas Lionheart atraía de nuevo su atención.
—Lo entiendo —asintió—. Espero que siga tratando tan bien a Bells como siempre —apuntó entonces.
La sonrisa de Zhu se ensanchó antes de convertirse en una breve carcajada.
—¡Por supuesto, querida! —afirmó, con un brillo peculiar en los ojos—. Sin duda, Isabelle es de lo mejor que le ha pasado a este casino en años. Los clientes la adoran y... Bueno, mi tranquilidad en cuanto a su bienestar sabes que tiene nombre y apellidos rubios... —agregó, señalando a la barra.
Todas las chicas siguieron la dirección indicada con la vista, unas con más curiosidad que otras. Incluso en la distancia, todas ellas pudieron atisbar una cabellera rubia y despeinada que brincaba y corría de un lado a otro al otro lado del ornado mostrador. Su propietario servía bebidas y cócteles con una habilidad que ninguna pudo dejar de apreciar. Vanessa, por su parte, se limitó a asentir con expresión conforme, como si supiera exactamente de lo que hablaba el hombretón. Sin embargo, la conversación se detuvo en ese instante cuando uno de los guardaespaldas de Zhu se acercó y le susurró algo al oído. El mensaje, fuera el que fuese, cambió el rostro del empresario en un segundo. De un momento a otro, este se disculpó con las chicas mostrando una brillante sonrisa y las dejó aclimatarse al ambiente del casino, retirándose hacia el exterior de este. Tras superar el primer momento de estupor, Aera y Erica fueron las primeras que asaltaron a Vanessa con multitud de preguntas emocionadas:
—¡Vanessa! ¿Lo conoces?
—Hala, ¡qué fuerte! ¿Cómo es posible?
—Y, ese chico rubio ¿quién es?
—Sí, ¡tienes que contarnos más!
—Chicas. ¡Chicas! —se zafó Vanessa con elegancia, recomponiendo su atuendo con parsimonia mientras sus amigas la observaban, expectantes; casi como si no fuera consciente de la ansiedad que provocaba la ausencia de respuesta—. Las preguntas, una a una —miró el reloj—. Aún nos queda un buen rato para la sesión de baile. ¿Echamos unas apuestas? —propuso, en cambio.
Aera y Erica, a pesar de morirse por cotillear más sobre Wan Zhu, mostraron su entusiasmo por el juego al unísono y Vivien se limitó a asentir con sequedad. Elaine, por su parte, aún miró a su alrededor durante un par de segundos; antes de musitar, insegura:
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Baila Para Mí: porque todos nos merecemos una oportunidad para brillar
Romance📚MUESTRA - PARTE 1 - 20 CAPÍTULOS 📚 Daleth es una ciudad de contrastes. De lucha, de supervivencia y, también, de belleza. Si uno cruza el Puente Ávalon hacia el norte, en dirección a las relucientes torres de investigación, se ve la zona más eleg...