4. Magia Salvaje

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En el interior del misterioso salón, la penumbra era casi permanente, apenas rota por un tenue resplandor rojizo que parecía impregnar todo. De cualquier forma, a simple vista ya se podía deducir que no era demasiado amplio. Una vez sus ojos se acostumbraron a la extraña iluminación, Elaine comprobó que la zona de asistentes estaba ocupada por diversos sofás y asientos de cuero de aspecto caro. Pero lo que más sorprendió a la muchacha rubia, nada más entrar y en cuanto se adentró cuatro pasos en aquella estancia, fue el escenario que se abría a mano izquierda.

Las tres enormes plataformas circulares se erigían a apenas dos metros de distancia de la primera fila de sofás. La superficie principal, tapizada de algo que parecía linóleo imitando madera, se alzaba hasta más o menos la altura del pecho de Elaine. Sobre ella y coincidiendo con el centro de cada círculo, se erigían sendas barras metálicas; mucho más finas en comparación, pero cuyos extremos se perdían en las alturas de un techo que se alzaba a casi tres metros sobre sus cabezas. Entre los gemidos encantados de sus amigas, Elaine se dejó entonces conducir a su asiento. Demasiado tarde, se dio cuenta de que este se encontraba justo en primera fila, frente a la plataforma central.

—¡Erica! —quiso amonestar a su mejor amiga, teniendo que alzar la voz debido a la algarabía de conversaciones excitadas que se habían alzado a su alrededor en un instante.

Cuando se giró y sus miradas se cruzaron, en cambio, la aludida se limitó a sonreír con picardía y guiñarle un ojo; antes de, al contemplar su cara de circunstancias y casi terror, empujar el hombro de Elaine con el puño sin violencia. Acto seguido, Erica se inclinó para susurrarle:

—No querrías que nos fuésemos atrás del todo y perdernos lo mejor ¿verdad?

Como única respuesta, su mejor amiga se limitó a sacudir su melena rubia, poner los ojos en blanco y apartar la vista de nuevo hacia el escenario. Pero, justo en ese instante, fue como si un velo cayese sobre la sala cuando las luces se atenuaron sin previo aviso; en apenas un par de segundos, dejando a la concurrencia a oscuras. Como era de esperar, algún asistente sin importar el género comenzó a vitorear y a exaltarse más de la cuenta ante la perspectiva del comienzo del espectáculo. Sin embargo, una suave voz femenina emergió entonces de varios altavoces, ocultos en la oscuridad, e hizo caer a la sala en un silencio sepulcral mientras pronunciaba:

"Damas y caballeros. Buenas noches y bienvenidos al espectáculo "Magia Salvaje" del casino Fairy Kingdom. Les recordamos que, durante el espectáculo, no está permitido filmar ni tomar fotografías. De igual manera y aunque los bailarines se acerquen a ustedes en algún momento del espectáculo, les recordamos que, de acuerdo con la legislación vigente, está estrictamente prohibido realizar cualquier tipo de tocamiento indebido o tener actitudes indecentes con nuestros empleados. La observación de dicho comportamiento provocará la detención del espectáculo y la expulsión de la sala de los infractores.

»Muchas gracias por su atención y que disfruten de la Magia Salvaje."

Elaine, estupefacta ante algunas de las frases de aquel anuncio y preguntándose, por enésima vez, dónde se había metido aquella noche, apenas fue entonces consciente de que las luces cambiaban y la música comenzaba a sonar sobre su cabeza. Sólo alzó la misma en el instante en que dos sombras, cinceladas en la tenue luz roja del inicio, se cernieron sobre ella y la obligaron a observarlas con la perplejidad pintada en el rostro.

Eran dos mujeres, eso era evidente. Una de ellas era sin duda más alta que Elaine, con una abundante melena ondulada recogida en una salvaje cola de caballo sobre la cabeza. La otra sería algo más baja de estatura que la joven rubia y su coleta era bastante menos espectacular que la de su compañera. Para Elaine, eran como la noche y el día. Sin embargo, no pudo dejar de apreciar que sus formas, generosas en ambos casos, estaban apenas cubiertas por dos bikinis ceñidos que dejaban bastante poco a la imaginación. Más aún cuando la coreografía comenzó y, en cánon, las dos bailarinas empezaron a ejecutar una serie de movimientos alrededor de sus respectivas barras; ya fuese sobre el suelo como en el aire, pero sujetándose a las mismas en todo momento. No obstante, Elaine se fijó en que solo usaban las de los extremos. La muchacha pasó entonces a clavar sus ojos oscuros y repentinamente curiosos en la barra central, aún vacía. ¿Dónde estaba la tercera bailarina? Porque, sin duda, aquello confirmaba su teoría de que aquel espectáculo estaba más destinado a aquellos atraídos por el sexo femenino.

Baila Para Mí: porque todos nos merecemos una oportunidad para brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora