A la mañana siguiente, Elaine se despertó de golpe gracias a un extraño e insistente zumbido junto a su cabeza que no parecía dispuesto a darle descanso; al menos, desde hacía un buen rato. Con la misma sensación que si no hubiera dormido en absoluto, Elaine abrió entonces un ojo perezoso y enfocó apenas lo que tenía frente a ella: la almohada, el borde de la cama y, unos centímetros más allá, un aparato brillante danzando sobre la mesilla de noche. Gruñendo por lo bajo, la muchacha alargó los dedos hasta cerrarlos en torno al frío metal del móvil. La rugosidad de las grietas de la pantalla rota le trajo una imagen agridulce a la mente que, en ese instante, no supo identificar. Sin embargo, se incorporó casi de un salto con los ojos como platos en cuanto reconoció el número y la foto que aparecían bajo el malogrado cristal.
«Ups», fue capaz de razonar, antes de que su índice derecho pulsara el botón de descolgar.
—¿Diga? —preguntó, de todas formas.
Teniendo que casi apartarse el auricular de la oreja en cuanto un intenso grito salió del mismo.
—¡Joder, gracias al cielo! ¿Es que querías matarme de un disgusto o qué te pasa? ¿Tú sabes lo que he sufrido esta noche?
Tras reponerse apenas del susto y más despierta a la fuerza, Elaine inspiró hondo.
—Erica...
—¡No, tu hada madrina! —repuso la otra muchacha enseguida, en el mismo tono enfadado, sin apenas darle tiempo a la joven rubia a decir nada más—. Pero ¿qué narices pasó anoche? ¿Dónde demonios te metiste? Yo...
—Erica. Para, por favor —suplicó Elaine, alzando la voz a su vez sin poder contenerse. Mientras su mejor amiga gritaba, los recuerdos de la noche anterior habían empezado a retornar a su memoria a pasos agigantados. No obstante, y a la luz del día, la joven sentía una extraña calma al respecto. Quizá por ello fue capaz de no derrumbarse de inmediato, a pesar de la regañina de su mejor amiga. De hecho, un segundo después, tras masajearse el puente de la nariz y comprobar por el rabillo del ojo que ya eran las nueve de la mañana, agregó—. Deja de chillar y te explicaré lo que ocurrió ¿vale?
Ante aquella seca petición, al otro lado del teléfono se hizo el silencio como por arte de magia, aunque Elaine todavía oía la respiración agitada de Erica. Al menos, antes de que esta se convirtiera en un hondo suspiro y su amiga casi sollozara:
—Elaine. Ay, Elaine... No sabes lo preocupada que me tenías, en serio te lo digo —gimió la del pelo azul, haciendo que a la joven rubia casi se le partiera el alma—. Yo... No sabía a quién recurrir. No tenía ningún mensaje tuyo y... —Erica hizo una pausa al otro lado que, a Elaine, sin motivo aparente, le puso los pelos de punta—. Ken tampoco sabía dónde estabas, así que...
—Espera, Eri —la cortó aquella de inmediato, sintiendo un sudor frío bajar por su espalda—. Llamaste... ¿a mi hermano?
Su amiga pareció dudar al otro lado, pero al final confirmó sus peores sospechas.
—Y... ¿qué querías que hiciera, El? —La aludida apretó los rasgos, inclinó la barbilla y se obligó a respirar con normalidad. Si Ken lo sabía...—. Yo... Lo siento, cielo —se disculpó Erica a continuación, como si supiera lo que pasaba por su cabeza sólo con su silencio—. Pero... estaba muy preocupada. Si... sé que no tenía que haberte dejado volver sola, pero...
—No te preocupes —la interrumpió entonces Elaine sin brusquedad, conmovida y algo irritada al mismo tiempo. Por un brevísimo instante, su boca quiso abrirse para contarle a Erica lo que había ocurrido de verdad. Pero, a la misma velocidad, una parte de ella se rebeló contra ello. No sólo por no preocupar más a su mejor amiga, que parecía a punto de estallar de desesperación. Fuera ella consciente de ello o no, dicha decisión procedía de un sentimiento poco conocido por la muchacha hasta la fecha, pero que surgió con más fuerza si cabía al escuchar el último comentario de Erica: una súbita rebeldía ante el hecho de que todos la siguieran tomando por una niña desvalida y necesitada de protección—. Yo me ocuparé de lidiar con mi hermano —informó entonces a la chica de pelo azul, que ya parecía dispuesta a rebatirla de nuevo—. Tranquila, Erica. Seguramente anoche caí rendida y se me olvidó avisarte.
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Baila Para Mí: porque todos nos merecemos una oportunidad para brillar
Romans📚MUESTRA - PARTE 1 - 20 CAPÍTULOS 📚 Daleth es una ciudad de contrastes. De lucha, de supervivencia y, también, de belleza. Si uno cruza el Puente Ávalon hacia el norte, en dirección a las relucientes torres de investigación, se ve la zona más eleg...