2. Una noche entre amigas

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—¿¡Qué?! ¡Erica!

La otra joven se rio de nuevo. Mientras llegaban a su destino, optó por buscar un sitio para aparcar. Tras casi cinco minutos de búsqueda, la muchacha de pelo azulado emitió casi un gritito de alegría al ver que un coche se marchaba a pocos metros de distancia, bajo las luces de neón de un letrero cercano y de aspecto exclusivo.

—¿Qué? —se defendió, risueña—. ¿Me estás diciendo que Liam no es un buen partido?

Elaine entrecerró los ojos y arrugó el gesto.

—No digo que tu hermano no sea atractivo —refunfuñó—, pero...

Erica enarcó una ceja, sin perder de vista el coche de detrás mientras maniobraba.

—¡Es broma, mujer! —afirmó burlona, sin poder contener una ligera carcajada, antes de reprimir apenas un gesto de júbilo por haber aparcado a la primera—. Pero... ya te dije que puedo hablar con él para que te ayude con las pruebas de acceso a Derecho en Benwick. Me comentaste que eran infernales ¿no?

Elaine tragó saliva. Aunque fuese algo casi impuesto a todos los jóvenes graduados de su estrato social desde hacía más de medio siglo, lo cierto es que aquella perspectiva era de las pocas que la emocionaba hasta extremos insospechados. Estudiar una carrera que la fascinaba, en un ambiente que parecía hecho a su medida de alumna aplicada... ¿Podía pedir más para su futuro inmediato? Claro que eso supondría dejar solo a Ken gran parte del año, pero eso era algo en lo que la joven prefería meditar más adelante...

De cualquier manera, dedicarse al derecho en un futuro cercano era uno de sus mayores sueños; pero, como había dicho Erica, también una verdadera odisea. Y si un abogado licenciado en Bewick podía echarle una mano, mejor que mejor. Después de la Guerra de los Recursos, aquella Universidad había surgido de entre las cenizas de los antiguos centros de estudio del país para convertirse en el nuevo punto neurálgico de la cultura, el estudio y las letras, siendo ya el centro de estudios superiores de más renombre de Nueva Britania. Y Erica era la benjamina de uno de los fundadores del prestigioso bufete de abogados Franklin & Jones. Su hermano mayor, Liam, era el digno heredero de la firma tras haberse graduado con honores en Derecho por la citada universidad. De ahí que Elaine hubiera aceptado la oferta de Erica casi sin pensárselo dos veces. La muchacha podía tener convicciones muy férreas sobre el esfuerzo personal y lo reconocía, pero tampoco era tonta...

La joven de pelo azul, por otro lado, era una de esas excepciones que confirman la regla de las altas esferas. En vez de llegar a lo más elevado de la sociedad como establecía su rango, su mayor sueño en la vida tras salir del instituto era estudiar las oposiciones para convertirse en policía. Su aspiración: trabajar en la flamante capital burocrática y política de Nueva Britania, Camelot. La ciudad había sido bautizada por Sir Arthur Drake, uno de los Primeros Ministros del país tras la Gran Revelación, en honor a la urbe más importante de las leyendas antiguas de las islas. Como símbolo quizá del deseo de los neo-británicos de volver a ser un bastión de renombre en toda la Tierra. Pero, con los años, se había convertido más en un nido de burocracia y política al que Elaine recordaba haber ido apenas una decena de veces en su vida; quizá acompañando a sus padres en algún viaje diplomático, o a alguna gala importante con la flor y nata nacional...

Aun así, a pesar de su estricta educación familiar y sus firmes creencias sociales e históricas, la joven Forest había aprendido a querer a Erica tal y como era desde hacía muchos años. Concretamente, desde aquella vez en que esta la había salvado de unos abusones en la escuela primaria, con tan sólo diez años. Desde entonces, las dos chicas habían sido casi inseparables. Y ahora, casi recién cumplidos los dieciocho, era el momento de decidir lo que querían hacer con su futuro.

Baila Para Mí: porque todos nos merecemos una oportunidad para brillarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora