El plan: Parte 2

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Capítulo 10

Caitlyn

Miré mi reloj; marcaba las 6 am. Levanté la vista hacia Violet, que yacía dormida en la pequeña camilla de la celda. Su expresión relajada y su boca entreabierta era una imagen que quería guardar. Me estiré y caminé alrededor del lugar. Salí por una taza de café. Me esperaba un día largo. Cuando regresé, Violet estaba despierta.

—Buenos días, dulzura. Ya pensaba que te habías ido antes —me dijo luego de un bostezo.

—Necesitaba una taza de café —respondí—. ¿Dormiste bien?

—Con tu compañía, siempre —contestó burlona y rodé los ojos.

—Ya vas a empezar, son las 6 am —le recordé y ella se encogió de hombros.

—Mi encanto no tiene hora —agregó—. ¿Irás al distrito hoy? —preguntó acercándose a la celda.

—Sí, apenas salga de aquí. Luego iré a casa a cambiarme para empezar —expliqué y ella asintió con interés.

—Recuerda no ser tan obvia y no verte vulnerable. Ve directamente con Milo, no te detengas por los callejones o las esquinas y siempre estate alerta —recordó y asentí.

—Lo sé, espero regresar con buenas noticias —respondí y ella me sonrió.

—Ten cuidado, Caitlyn. Silco no es alguien con quien quieras jugar —advirtió.

—Lo sé, pero alguien tiene que hacerlo —dije firmemente.

Ella suspiró, resignada.

—Solo prométeme que tendrás cuidado —pidió, su tono más suave.

—Lo prometo —respondí, dándole una sonrisa tranquilizadora.

—Buena suerte entonces, dulzura —dijo, volviendo a recostarse en la camilla— Lo harás bien, cariño, aquí estaré esperándote —sus ojos se posaron en los míos, entreabrí los labios.

En ese momento, la puerta se abrió de golpe, dejando ver la figura de mi compañero esperándome en la entrada. Le hice un gesto con la cabeza a Violet y me dirigí hacia él. Le entregué el turno y volteé a verla por última vez, mostrándome su pulgar levantado entre las celdas. Sonreí y salí del lugar. 

No perdí el tiempo y acudí con el sheriff. Entré y los vigilantes apenas se preparaban para el día, saludé a algunos con la cabeza y entré a la oficina. Marcus yacía dormido en el sillón. Lo que me faltaba.

—Buenos días, señor —Él se levantó de golpe al escucharme, casi cayendo de su asiento—. Lamento despertarlo.

—No se preocupe, señorita. Ya debería haberlo hecho —se excusó—. ¿Qué se le ofrece? —preguntó.

—Estuve pensando en su propuesta sobre la investigación. Me gustaría investigar algunas cosas por mi cuenta; tengo un lugar que creo que puede ayudarnos a encontrar algo sobre Silco —expliqué. Su cuerpo se tensó.

—Le había comentado que ya estábamos haciendo todo lo posible, Kiramman —demandó, y asentí.

—Tengo conocimiento de eso, señor, pero me gustaría agregar una nueva dirección y aceptar su propuesta de ser dirigida por mí —dije, intentando sonar decidida, y él suspiró.

—Está bien, pero solo podría facilitarle la compañía de tres vigilantes. He ocupado ya a la mayoría de ellos —informó.

—Es suficiente, le agradezco, señor —respondí, ocultando una sonrisa.

Corazones enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora