Déjame amarte

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Capítulo 27

Violet.

Aún seguíamos cerca del puente, con Caitlyn recargada en mi hombro. Estaba herida en la pierna y se quejaba con cada movimiento. Intentaba ser lo más cuidadosa posible para no causarle más dolor. Fue entonces cuando escuché la explosión.

Me detuve de golpe y ella también la escuchó. Sus ojos buscaron los míos, llenos de preocupación y sorpresa.

—Iré solo un segundo, lo prometo —le pedí, y después de unos segundos de duda, asintió.

La acerqué a un muro y la recosté con cuidado en él, apartando un mechón de su cabello pegado a su rostro y le sonreí cálidamente.

—Ya vuelvo, cariño —le avisé antes de levantarme, lista para correr.

Pero me detuve detrás del muro en cuanto un grupo de vigilantes pasó corriendo hacia el lugar. Me quedé ahí oculta, observando. Alcanzaba a ver ambos cuerpos en el suelo. Un escalofrío me recorrió: miedo. Eso sentí.

Una figura se acercaba a ellos, una persona alta y delgada con capucha y capa. Traté de enfocar mejor: era Silco y sus hombres. Él cargó el cuerpo de mi hermana, aferrándola desesperadamente al suyo. Sus largas trenzas colgaban en el suelo.

De repente, vi el pequeño destello azul en su mano. Silco tomó el objeto, levantándolo. ¿Acaso ese era el...?

—El Hextech no está —escuché a Caitlyn decir detrás de mí. Volteé a mirarla; parecía frustrada—. Todo fue en vano.

Sus palabras resonaron en mi mente y volví mi vista a ellos nuevamente: Silco cargando a Jinx en sus brazos y señalando a uno de sus hombres que levantara a Ekko también. Los vi desaparecer entre las sombras con ambos cuerpos.

Mi pecho dolía, pero sentí una ligera seguridad. Powder era fuerte, estaría bien, debía estarlo. Un quejido fuerte de Caitlyn me sacó de mis pensamientos.

—¿Qué pasa, cariño? —pregunté, volviendo con ella y tomando sus mejillas entre mis manos.

—Duele demasiado, creo que está muy abierta —respondió refiriéndose a su herida.

—Tranquila, déjame intentar algo —le dije. Ella asintió, su mirada fija en la mía, como si eso la calmase.

Me quité una de las vendas de mi brazo completamente, amarrándola en la parte superior de su herida. Estaba lista para apretar el amarre y volví a mirarla.

—Esto va a doler un poco, dulzura, pero estarás bien. ¿Lista? —pregunté y ella asintió un poco insegura, su mirada seguía sobre la mía.

Tomé ambos extremos de la venda, haciendo un solo aprieto de golpe. Ella soltó un grito desgarrador y se aferró a mí. La abracé, acariciando su espalda, tratando de calmarla.

Sentía una mezcla de culpa y ternura al verla así. Mis manos se movieron automáticamente para acariciar su cabello, como solía hacerlo cuando éramos más jóvenes, cuando el mundo no se había interpuesto entre nosotras.

—Shhh, está bien, está mejor ahora, Cupcake —le susurré, limpiando una lágrima que se escapó de su mejilla.

La observé en silencio por un momento, recordando todas las veces que había deseado tenerla así de cerca, y cómo había arruinado todo por decisiones que, en su momento, parecían inevitables. Pero ahora, con ella herida y vulnerable, sentía una necesidad abrumadora de protegerla, de enmendar mis errores.

La recargué en mi brazo nuevamente y nos dirigimos a su hogar, el sol parecía empezar a asomarse.

Llegamos al lugar pero Caitlyn se negó a entrar por la puerta principal para no preocupar a sus padres, así que busqué una entrada directa, irrumpiendo en su habitación por la ventana. La abrí ligeramente y entré, ayudándola a ella a hacer lo mismo.

Corazones enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora