El Diario de Jinx

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Capítulo 52

Ekko.

El peso de su cuerpo muerto en mis brazos era un recordatorio constante de la realidad que me negaba a aceptar. Cada paso que daba, me hundía más en la desesperación, el miedo y la impotencia. Mi corazón latía de una forma que no sentía desde hacía mucho, y aun así, todo parecía ralentizarse, todo parecía joderse.

Mis manos temblaban, tratando de aferrarse a Jinx como si con solo mantenerla conmigo pudiera regresarla. Pero no importaba cuánto la abrazara, cuánto rezara en silencio, ella no volvería.

Su cabello azul caía sobre su rostro pálido, enredado en mi brazo mientras intentaba mantenerla cerca, como si de alguna manera el calor de mi cuerpo pudiera pasarle algo de vida. Pero no era así. El frío de la muerte ya se había apoderado de ella. Ya no estaba conmigo.

Había dejado de estarlo en el momento en que esa bala encontró su camino hacia su pecho.

No supe cuánto tiempo pasó hasta que llegué, pero cuando finalmente levanté la mirada, vi el lugar que conocía demasiado bien: el refugio de Silco, el mismo lugar que había sido su hogar, el que compartía con Jinx y con todos aquellos que, de alguna forma, la habían protegido.

—Jinx... —murmuré, con la voz rota, sintiendo cómo el nudo en mi garganta me ahogaba.

No vi a Sevika al principio, pero sabía que estaba allí. Siempre estaba cerca, observando, esperando el próximo movimiento. Y cuando mis pies finalmente se detuvieron, el peso de Jinx parecía aún más insoportable. Era como si, en ese mismo momento, la realidad me golpeara de lleno.

No iba a despertar. No iba a abrir esos ojos magenta, llenos de locura y rabia. No iba a sonreírme de esa forma arrogante y burlona, como solía hacerlo después de cada travesura. No iba a volver a mí.

Sevika apareció finalmente, su figura imponente, segura, pero incluso en ella vi un destello de desconcierto, tal vez algo más que no había visto antes. En sus ojos, normalmente fríos, había un brillo que me hizo saber que ella ya lo sospechaba. Ya sabía lo que yo llevaba.

—Jinx ha... Lo siento, llegué tarde—musité, incapaz de decir nada más.

Mis piernas cedieron, y el peso de Jinx se deslizó de mis brazos. No pude mantenerme de pie por más tiempo. Todo lo que había contenido hasta ese momento se desbordó de golpe, solo podía sentir las lágrimas caer por mis mejillas.

—¿Qué mierda estás diciendo? Nonono, ella no puede... ¡Pulga azul, háblame!

Sevika se apresuró hacia ella, su rostro endurecido, pero sus manos temblaban ligeramente mientras tocaba su cuerpo, buscando cualquier señal, cualquier indicio de vida.

—No, no puede estar muerta. Esa maldita era más fuerte que todos nosotros no puede... ¡Jinx ya despierta maldita sea! —Exclamaba la mujer con desesperación.

Si rostro estaba serio, impotente pero sus ojos parecían empezar a llenarse de lágrimas, sus manos se aferraban con fuerza al cuerpo inerte. Sentí un nudo en la garganta cuando intentó reanimarla.

—Ya intenté eso, por favor no lo hagas... —murmuré, mi dedo acariciando un mechón de trenza azul.

—Aun así podemos llevarla con Singed.—sugirió, una risa melancólica se escapó de mis labios.

—Ya lo intenté también... Pero ella realmente está muerta, Sevika. Nos la han arrebatado.

El silencio se hizo más profundo, y aunque sabía que Sevika no era una mujer de muchas palabras, el dolor crecía en el ambiente. Cada segundo que pasaba sin que ella hablara, sentí que el mundo se desmoronaba un poco más.

Corazones enemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora