Capítulo 6

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Fluke estaba sentado en el amplio asiento de cuero del exclusivo jet, mirando por la ventana hacia el paisaje. Se sentía muy aliviado. Todavía podía escuchar dentro de su cabeza la voz de Ohm en el yate. Había sonado casi brusca, provocándole miedo.

«Un cambio de planes».

Al oír aquellas palabras, el corazón le dio un vuelco. Ya estaba. Ohm lo iba a dejar. Iba a terminar con su historia. Pero no se había tratado para nada de eso. El cambio de planes consistía en volar hacia una isla de la costa oeste de Grecia en lugar de navegar por el mar Tirreno.

— Sólo serán un par de noches — le había dicho. — Luego iremos a Sardinia, como teníamos planeado.

No le había explicado la razón del cambio de planes, y Fluke tampoco se lo había preguntado. Lo había aceptado con alegría, sintiéndose afortunado de que lo llevara con él. Porque llegaría el día en que Ohm lo subiría a un avión rumbo a Londres, le daría un beso de despedida, y él saldría de su vida para siempre. No volvería a verlo nunca más.

La mirada de Fluke se deslizó hacia Ohm, que estaba sentado al otro lado del avión, en su mesa, rodeado de papeles y con el ordenador portátil delante. Le dejó trabajar, sin buscar su atención. Parecía más preocupado de lo habitual. Tenía el ceño fruncido y una expresión sombría. Su padre también había sido así; con una sola mirada había sabido cuándo no debía molestarle. Fluke giró la cabeza y miró por la ventanilla hacia Italia, que estaba a miles de kilómetros debajo de ellos.

Al fondo del pasillo, los ojos de Ohm se clavaron brevemente en él. Siempre sabía instintivamente cuando él lo estaba mirando. Aunque no lo hacía para llamar su atención, Fluke era lo suficientemente astuto como para saber cuándo necesitaba estar concentrado. Una cosa más que apreciaba en él.

Una punzada de inquietud recorrió el cuerpo de Ohm. No estaba de muy buen humor. No quería ir a Lefkali. No sólo porque no deseaba interrumpir sus vacaciones con Fluke, sino porque a pesar de poseer una belleza exótica, Lefkali le traía fatales recuerdos. Allí era donde el matrimonio de sus padres había terminado de manera tan dramática, cuando se descubrió que la joven amante de su padre estaba embarazada. Su madre insistió en que la opulenta villa de verano de los Thitiwat formara parte del acuerdo de divorcio, a pesar de que hubiera sido el escenario de la traición de su esposo.

Ohm no podía comprender la razón. ¿Se había agarrado a la villa como se agarró al nombre de Kyria Thitiwat, la que nunca se volvió a casar para recordarle al mundo que ella era la verdadera, la primera de las esposas de aquel hombre infiel?

Ohm apartó de sí aquellos pensamientos. Quería mucho a su madre, pero también se compadecía profundamente de ella. No caería en sus obsesiones, y necesitaba que dejara de atosigarle con ellas.

Volvió a posar los ojos en Fluke. Su hermoso perfil estaba ligeramente girado hacia él. La esbelta línea de su cuello acentuaba la delicada belleza de su cuerpo. Ohm volvió a sentir una punzada de inquietud. ¿Era justo para él que lo utilizara de aquella manera para enviar un mensaje claro a su madre?
Sus ojos se endurecieron y el recuerdo de Fluke preguntándole por qué no echaba raíces volvió a aparecer en su mente. Tal vez fuera bueno para él, igual que para su madre, comprender cuál era su posición en la vida de Ohm.

Se sintió culpable al instante. No, aquello era injusto por su parte. Fluke no había mostrado ni la más mínima señal de intentar aprovecharse de su relación. Sabía cuál era su lugar y lo asumía, lo apreciaba. En cuanto al papel que jugaría en la cena de su madre, era mejor que no fuera consciente de el. Durante sus viajes no le había importado ser solo el que compartía su cama, así que, ¿por qué tendría que ser distinto en Lefkali?

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