Capítulo 10

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Le dio a Fluke dos días para sí mismo, dejándolo por completo al cuidado de la enfermera y el médico, al que volvió a llamar para que le hiciera un chequeo aunque le había dicho que no resultaba necesario. El médico fue muy franco.

— No quiero infravalorar su trauma, pero no deben permitir que se hunda en la depresión. Puedo recetarle unas pastillas, pero lo mejor sería un cambio de escenario. Que vaya a algún lugar donde pueda recuperarse completamente. Tal vez no quiera, tal vez sólo desee quedarse a oscuras en ese dormitorio, suspirando por algo que nunca sucederá. Pero no es bueno para él. Aunque llevará su tiempo, tiene que seguir adelante.

Ohm asintió, satisfecho de que el médico respaldara lo que él mismo deseaba hacer.

— ¿Cuándo estará en condiciones de viajar?

— Es joven y fuerte. Si el viaje no resulta demasiado arduo, yo diría que en cualquier momento.

Aquello era lo que deseaba oír.

— Gracias — dijo.

El médico agarró su maletín.

— Y mientras tanto, sáquelo de esa habitación que parece una morgue. Necesita luz y aire puro. No haga caso de sus protestas. Será la depresión la que hable, no él.

El médico se marchó, y Ohm le dio al servicio las instrucciones necesarias. Le dio tiempo a Fluke para que volvieran a instalarlo en la hamaca de la terraza, debajo del toldo, y luego se armó de valor para salir él mismo.

Cuando avanzó por la terraza hacia él tuvo una profunda sensación de déjá vu. La última vez que lo había visto allí, todavía estaba embarazado. Y ahora...

Ahora tenía que intentar que Fluke siguiera adelante, hacia un futuro muy diferente del que podría haber sido. Llegó hasta donde él estaba. Seguramente lo oyó llegar, pero no cambió de postura. Estaba mirando hacia el mar. En la distancia, Ohm distinguió una vela blanca. La emoción se apoderó de él. No hacía mucho tiempo, él también había mirado hacia el mar con una tormenta de pensamientos en la cabeza... Ahora aquel futuro había desaparecido.

Ohm estiró los hombros. Lo que tenía que arreglar ahora era el presente. Sanarlo.

Tomó asiento en una silla al lado de la mesa que habían colocado al alcance de Fluke, para que pudiera darle sorbos al tónico reconstituyente que le había recetado el médico. A Ohm no le sorprendió que estuviera sin tocar.

Fluke estaba más pálido que nunca.

Más frágil que nunca.

Volvió a sentir una oleada de emociones.

— Fluke...

¿Cuántas veces había pronunciado su nombre sin conseguir nada más que él le apartara la cara? Pero ahora, Fluke se giró hacia él.

— ¿Cuándo voy a regresar a Londres? — dijo con voz pausada y calmada. Y tan distante como si estuviera a miles de kilómetros de allí.

Ohm frunció el ceño.

— ¿Londres? — repitió.

¿Acaso Fluke creía que iba a abandonarlo? ¿Que le iba a mandar hacer las maletas? Tenía que tranquilizarlo inmediatamente.

— Fluke, no vas a ir a Londres de ninguna manera — comenzó a decir. — Lo que yo propongo, y el doctor está de acuerdo conmigo, es que vayamos a algún lugar donde puedas recuperarte completamente de la terrible experiencia que has vivido. Iremos a Sardinia, como teníamos pensado. Allí podrás descansar y...

La voz se le quebró. Fluke lo estaba mirando con los ojos abiertos de par en par dentro de aquella cara que ahora parecía demasiado delgada y compungida. Su hermoso cabello estaba lacio y sin brillo.

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