Ohm renunció a intentar hablar con Fluke.
Cada vez que le hacía una pregunta, sus respuestas resultaban siempre monosilábicas. Era consciente de que no le importaba tirar la toalla. Fluke estaba allí tumbado, la habitación seguía en penumbra, y él estaba casi en la misma posición que el día anterior.
Parecía como si no se hubiera movido. Pero había algo que Ohm sí sabía: no había vuelto a sangrar. Seguía embarazado.
El médico iba a volver por la tarde. Le había dicho a Ohm con brusquedad que en cualquier caso, no había mucho que él pudiera hacer, pero Ohm había insistido en que viniera de todas maneras. Quería asegurarse de que si ocurría algo, sería capaz de poder tranquilizarse luego a sí mismo diciéndose que había hecho todo lo que estaba en su mano para evitarlo, que había hecho todo para asegurarle a Fluke los mejores cuidados.
Ahora se giró hacia él y le dijo: — Es muy duro — comentó con voz vacilante, — esto de tener que esperar.
Fluke no contestó.
— Hay que tener esperanza — aseguró Ohm.
Fluke posó los ojos en él. No dijo nada. ¿Qué podía decirse? ¿Qué era lo que cabía esperar? Nada. No había esperanza.
Tenía que marcharse. Tenía que irse de allí. Aquello era a lo único a lo que se agarraba. Tenía que salir de allí. Era algo obligado, primordial. Tenía que escapar de cualquier modo posible de aquella casa, de aquel mundo. Escapar de Ohm. Escapar de aquel horrible destino que había planeado para él. El matrimonio.
Fluke volvió a ser preso de la emoción.
¿De verdad creía Ohm que se casaría con él? ¿De verdad lo creía? Porque aquello era algo que Fluke nunca haría. Nunca. Entregaría a su hijo en adopción, no tenía más opción. ¡Ninguna más!
Aquélla sería la única manera de asegurarse de que su hijo estuviera a salvo con una familia que lo quisiera, a salvo del destino con el que Ohm lo amenazaba, a salvo de crecer siendo considerado un deber, una responsabilidad, una carga... Sufriría un desgarro insoportable, pero tendría que hacerlo.
No había ninguna otra salida. Le había dado vueltas y vueltas a la cabeza, mientras aquella piedra seguía atravesada en su garganta.
No podía permitirse criar a un hijo solo, no condenaría a su bebé a la dureza de una familia monoparental que viviría del Estado y sin el apoyo de otros familiares ni amigos. Y aunque tuviera dinero, ¿cómo iba a enfrentarse a Ohm, que contaba con tanta riqueza a su disposición? La adopción era el único camino, la única esperanza.
La piedra se le cerró en la garganta, bloqueándolo todo.
Ohm estaba hablando otra vez.
Siempre le estaba hablando, nunca lo dejaba en paz. Fluke tenía que mantenerle alejado, lejos del alto e impenetrable muro que había construido en su cabeza, el muro que no permitía que nada quedara fuera ni dentro, el muro tras el que él se había parapetado, dando vueltas y vueltas en su interior.
— Aquí... Está muy oscuro... ¿No te gustaría abrir las persianas?
— No — la voz de Fluke no encerraba ninguna emoción.
Miró a Ohm. Su rostro tampoco reflejaba nada. Sintió una oleada de emoción tratando de entrar en él una vez más, pero Fluke se lo impidió.
— Estoy muy cansado — aseguró. — Creo que voy a dormir un poco más.
Ohm asintió.
— Sí, será lo mejor — murmuró.
¿Qué otra cosa podía decir?
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No sólo una aventura
FanfictionFluke Natouch había entrado en el lujoso mundo del millonario griego Ohm Thitiwat. Tendría todo lo que pudiera desear... si estaba dispuesto a pagar el precio. Era un sueño hecho realidad. Lo que compartían en el dormitorio era sencillamente explos...