Capítulo 5

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Estar en Chicago con Ohm era tan maravilloso como lo fue en Nueva York.

Y lo mismo ocurrió en San Francisco, y luego en Atlanta; y luego, después de América, volvieron a cruzar el Atlántico rumbo a Milán. Estar con él resultaba maravilloso, fuera donde fuera.

Mientras Ohm quisiera estar con él. Y parecía que sí quería. Aquello era lo más fantástico y maravilloso de todo. Fluke había dejado de preguntarse por ello y de preocuparse. Parecía como si el tiempo se hubiera detenido. El futuro y el pasado habían desaparecido, sólo existía un «ahora» maravilloso e interminable. Un «ahora» que se centraba única y exclusivamente en Ohm.

Ohm. El irresistible Ohm. Fluke no podía hacer otra cosa que entregarse a él una y otra noche. El modo en que lo cuidaba, lo considerado que era, cómo se reía y lo miraba a los ojos divertido, lo cómodo que Fluke se sentía a su lado, hablando de... Bueno, no tenía muy claro de qué. Pero todo surgía con naturalidad y no se sentía incómodo ni tímido en su compañía. Y Ohm seguía sin mostrar signos de aburrirse ni cansarse de él.

Pero mientras subían en el ascensor a la suite de Ohm en el hotel de cinco estrellas de Milán, Fluke no pudo evitar desear que el estilo de vida de Ohm fuera algo más tranquilo. Al principio, la emoción de visitar lugares desconocidos y alojarse en hoteles de lujo había provocado que los ojos se le abrieran de par en par, maravillados. Pero ahora, tras varias semanas de largos y agotadores vuelos y de vivir entre maletas, Fluke sentía deseos de, sencillamente, permanecer en algún sitio.

Se sintió invadido por la culpa al pensar en ello, pero no pudo evitar decir impulsivamente: — ¿Siempre viajas tanto?

— Hay empresas Thitiwat en tres continentes y me gusta supervisarlas — aseguró. Entonces su expresión cambió. — ¿Estás cansado de dar tumbos?

En su voz había una nota de simpatía, y Fluke sonrió como disculpándose.

— ¿Te parezco una rata desagradecida? —preguntó preocupado. — Me has llevado a lugares que nunca soñé visitar...

Ohm deslizó la mano en la suya y Fluke sintió su calor, su fuerza.

— Bueno, deja que haga lo que tengo que hacer en Milán, y luego... — su expresión se suavizó. — ¿Qué te parece si nos escapamos de vacaciones? Está empezando a hacer calor, y podría tomarme un tiempo libre.

— ¡Maravilloso! — Fluke sintió una punzada de gozo. — ¡Oh, Ohm, eres tan bueno conmigo...!

— Y tú conmigo, mi dulce Fluke — dijo llevándose su mano a los labios. — No tengo la primera reunión hasta dentro de una hora. Dime... — los ojos le brillaban de un modo que a Fluke le temblaron las rodillas. — ¿Tienes jet lag?

El color de las mejillas de Fluke le dio la respuesta que necesitaba, y Ohm apuró hasta el último minuto antes de la reunión.

Aquella noche, para felicidad de Fluke, cenaron solos en la suite, algo que no hacían con demasiada frecuencia, y Fluke disfrutó de la ocasión.

— Mañana — anunció Ohm, — debes ir de compras. Tienes que aprovecharte de que Milán sea la capital mundial de la moda.

— Oh, no, ya tengo mucha ropa —se apresuró a decir Fluke. — ¡No necesito nada más! No quiero que te gastes tanto dinero en mí, Ohm.

— Tengo dinero de sobra para gastar — él le dirigió una mirada cariñosa desde el otro lado de la mesa.

Pero la expresión de Fluke permaneció preocupada.

— Sé que trabajas muy duro, Ohm, pero... —Fluke se detuvo un instante. Luego alzó una ceja y continuó con vacilación. — Es... Es una vida muy extraña. Viajando constantemente, dando el lujo por sentado, gastando sin parar. Esto... ¿Esto es lo único que quieres hacer durante toda tu vida?

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