Fluke se estiró, contento de despertar de aquel sueño pesado y húmedo. Lo que le despertó fue el tráfico. El ruido de los autobuses en la concurrida calle de Paddington a aquella temprana hora de la mañana. Había perdido la costumbre. Y también la de dormir y comer en una única habitación en la que el espantoso papel de pared se estaba cayéndose de las paredes.
Se había acostumbrado al lujo.
Fluke sintió una oleada de vergüenza.
Que se añadió a la montaña de vergüenza que ya sentía. Vergüenza por lo que había hecho, por lo que había sido, y que había estallado aquella horrible mañana. Parecía como si hubiera surgido de lo más profundo de su interior, desde donde habría estado filtrándose días tras día cuando estaba tumbado en aquel dormitorio de la villa esperando a que aquella frágil vida que crecía en su interior se agarrara a la existencia.
O se convirtiera en el sacrificio para que él se liberara del hombre que había dejado embarazado a su amante y estaba armándose de valor para casarse con él.
Bueno, el sacrificio se había consumado y Fluke quedaba libre. Pero el precio pagado se le había clavado con culpabilidad en la cabeza y sabía que nunca, nunca, se libraría de ella.
Pero si el bebé hubiera sobrevivido, lo único que podría haberle ofrecido era vivir con otra familia y que su propio padre no cuidara de él.
La culpa lo atravesó por todos lados. Culpa por haber sido cómplice en lo que sabía que era para Ohm y sin embargo negaba con fiereza. Culpa por haberse quedado embarazado, por haber perdido al niño y por haberlo perdido a él. Culpa por pensar que era mejor para aquel niño no haber nacido nunca.
Pero con la culpa y la vergüenza también aparecían los recuerdos que se colgaban a su mente como tentáculos, persiguiéndolo con imágenes a las que no podía resistirse. Cientos, miles de recuerdos que eran como fantasmas traicioneros de los que deseaba librarse, pero no podía.
Llegaban una y otra vez, atormentándolo y agarrándose a él... Ohm mirándolo, con aquellos ojos enormes y de rizadas pestañas deslizándose sobre él, derritiéndolo y dejándolo sin fuerzas. Ohm yendo en busca de él, deslizando las manos con gesto posesivo por su cintura, susurrándole en voz baja, acariciando la caída de su cabello después de la pasión. Ohm acurrucado entre sus brazos, con el rostro descansado, mientras él observaba maravillado la perfección de sus facciones. Ohm, siempre Ohm.
Imagen tras imagen. Recuerdo tras recuerdo. De día y de noche, pero especialmente lo atormentaban por las noches. En sueños. Su mente quería olvidar, pero sus sueños no se lo permitían.
Habían transcurrido tres noches desde que regresó a Londres, y en todas y cada una de ellas había tenido aquellos sueños. Sueños que lo avergonzaban. Que tiraban con fuerza del nudo de culpabilidad que tenía puesto al cuello. Un nudo que le recordaba lo bajo que había caído.
¿Cómo podía tener todavía sueños así, recuerdos así? ¿Cómo era posible? Y lo peor de todo era darse cuenta de que si los sueños desaparecían, en su lugar sólo habría vacío.
Un vacío que lo aterrorizaba. Un vacío que le despertaba deseos de llorar, de gritar, de clamar a los cielos, al destino, a la Naturaleza, a quien tuviera la culpa de lo que había sucedido dentro de su vientre. Fluke escuchaba una y otra vez las palabras del médico hablando con tono compasivo: «Es la Naturaleza, querido... Algo no iba bien... Es mejor que haya sucedido ahora».
Y lo peor de todo era aquel miedo helado y paralizante que sentía en su interior.
Aquél era su castigo.
No merecía a su bebé porque lo había concebido con aquel hombre, y de aquel modo. Por eso se lo habían arrebatado.
El peso de aquella culpa lo aplastó. Y sin embargo, sabía que tenía que aceptar lo que había sucedido. No quedaba alternativa. Su bebé ya no estaba. Ohm tampoco estaba. Lo del niño le provocaría tristeza siempre, era consciente de ello. Pero en cuando a Ohm... Oh, de eso sólo podía estar agradecido. Debía estarlo.
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No sólo una aventura
FanficFluke Natouch había entrado en el lujoso mundo del millonario griego Ohm Thitiwat. Tendría todo lo que pudiera desear... si estaba dispuesto a pagar el precio. Era un sueño hecho realidad. Lo que compartían en el dormitorio era sencillamente explos...