Capítulo 4

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Fluke estaba sentado en el amplio asiento de cuero del compartimento de primera clase del avión, sintiéndose abrumado y maravillado.

«¿Qué diablos estoy haciendo?»

«¿Qué diablos estoy haciendo?»

Aquellas palabras daban vueltas en su cabeza. Le costaba trabajo pensar con claridad. Aunque era consciente de que no quería pensar demasiado. Deseaba, sencillamente, aceptar. Aceptar que le había ocurrido algo absolutamente nuevo en su vida y que no volvería a darse. Había pasado la noche más increíble, arrebatadora y maravillosa de su vida... Con un hombre que veinticuatro horas atrás era un desconocido. Y lo que resultaba más increíble todavía: ¡Estaba volando rumbo a Nueva York con él!

Era como una fantasía de esas que se sueñan cuando la vida se tuerce y se necesita algo de color de rosa en lo que pensar, aunque sea inalcanzable. El equivalente mental a comerse una tarta de nata o acabar con los bombones de una caja de chocolates belgas.

Fluke giró la cabeza hacia el hombre más increíble del mundo, que estaba sentado a su lado como una bandeja entera de tartas de nata o un kilo de bombones belgas sólo para él. Observó su perfil sin terminar de creérselo. Tenía la atención centrada en la pantalla del ordenador portátil y las largas piernas extendidas. El corazón le dio un vuelco. ¡Cielos, qué guapo era! Podría pasarse las horas mirándolo sin cansarse, como un idiota.

Todo en él resultaba fascinante, desde la fuerte nuca a la oscura seda de su impecable corte de pelo, pasando por la firme línea de la mandíbula y terminando por aquellos ojos que podían derretirlo con una sola mirada.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Fluke como si fuera una gigantesca burbuja de champán.

«¡Estoy con él... Estoy de verdad con él! ¡Me lleva a Nueva York y podré seguir estando con él durante todo ese tiempo!»

En menos de veinticuatro horas, su vida había dado un vuelco total. Y se sentía absolutamente indefenso al respecto, no podía hacer más que dejarse llevar. Fluke exhaló un profundo suspiro de felicidad.

A su lado, Ohm, consciente del cuerpo delicado y bello que tenía al lado, escuchó el suspiro y lo miró. En sus ojos se reflejaba la satisfacción antes de volver a girarse hacia la pantalla. Sí, había tomado una buena decisión. Sin duda. Una buena decisión que había seguido al inesperado impulso de mandar parar el coche cuando pasó a su lado, y cuando decidió arropar su cuerpo suave y excitante y hacerlo suyo. Había sido una noche increíble. Extraordinaria, y no sólo por la novedad, sino por lo que quiera que hubiese hecho que poseerlo fuera tan satisfactorio. Ohm quería repetir la experiencia durante algún tiempo, y para ello había tenido que tomar la decisión que había tomado aquella mañana: llevarse a Fluke con él. Sí, había sido un impulso, normalmente no se llevaba a sus amantes de viaje.

Pero lo había hecho porque en aquellos instantes, Fluke era justo lo que necesitaba.

Era hermoso, con aquellos ojos tan grandes y su cabello brillante. Tenía un cuerpo absolutamente deseable, con curvas suaves, cintura estrecha y caderas ligeramente redondeadas, las piernas largas y la piel de un melocotón.

Acariciarlo, poseerlo, había sido un placer tan delicioso como había imaginado.

Un ligero ceño frunció las cejas de Ohm. Fluke había sido todo lo que esperaba. Y como también esperaba, no era virgen. Eso habría sido un impedimento para él. En cualquier caso, no tenía demasiada experiencia, al menos en las actitudes placenteras a las que Ohm estaba acostumbrado. Fluke había gritado y gemido con los ojos abiertos de par en par, maravillado y atónito mientras él lo llevaba una y otra vez a la cumbre del éxtasis. Ohm pensó que para él también había sido una gran satisfacción proporcionarle una experiencia como sin duda había vivido nunca antes.

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