Estábamos unidos

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Al cabo de 10 minutos ambos estábamos en su oficina. Él sentado en su silla con respaldo reclinable, mientras yo opté por el sillón plomo de tres cuerpo que tenía casi en la entrada, era cómodo la verdad, ni siquiera sé por qué me senté ahí, aunque quizás porque sabía que si me sentaba cerca de él no me concentraría en nada más que en su mirada.

-Tan lejos que se sentó señorita – me dijo con su voz ronca y mirándome de forma tentadora.

-Eh..sí! -Le dije, nerviosa. -Acá estoy más cómoda – respondí con una sonrisa tímida.

- No muerdo, por si acaso – me dijo mientras sonreía y levantaba una ceja.

Ejem, tosí

-Qué significa eso?- me dijo.

-Qué tienes razón!- le respondí mientras reía

- Eso fue un insulto? – Me dijo mientras se acercaba de forma apresurada a sentarse a mi lado.

-Has bebido? - me preguntó mientras juntaba sus cejas en forma de interrogación.

Sí! - le respondí extrañada - ¿por qué la pregunta? ¡No estoy en horario laboral! – le dije

-jaajjaja claro que no estamos en horario laboral- me dijo, mientras reía fuertemente – Es solo que sentí el olor a cerveza y se me antojó una – respondió.

- De hecho, hay una botillería cerca, puedes ir a compr...no dejó que terminara la frase cuando una vez más sus labios estaban tocando los míos.

Si el primer encuentro entre nosotros fue como una explosión de deseo y pasión, esta vez ese sentimiento había crecido. El fuego entre los dos cada vez era mayor, fue un torbellino de sensaciones y emociones, una explosión de deseo y pasión que nos llevó a explorar cada rincón del cuerpo del otro en busca de satisfacción y placer.

El beso es salvaje y ardiente, lleno de anhelo y deseo acumulado. Nuestros labios se encuentran en un baile frenético, explorando y saboreando cada rincón de la boca del otro. Sus manos se deslizan por mi cuerpo, buscando el contacto, la cercanía, la conexión que ansía con tanta intensidad.

El deseo nos consume y nos impulsa a explorar más allá del beso. Sus manos recorren mi espalda suavemente hasta llegar a mi cintura, para nuevamente subir y de una forma sutil rozar mis pechos sin dejar de besarme. Una vez más hace el recorrido cuando de forma inesperada, brusca, con fuerza masculina me toma por la cintura con su brazo derecho y me lleva hasta sus piernas, haciendo que las mías se abrieran para poder encajar perfectamente.

El calor del verano se sentía en el aire esa noche, nuestras manos se encontraron, explorando cada centímetro de la piel del otro con deseo y ansias de descubrir más.

Los besos fueron apasionados y desenfrenados, llenos de hambre y anhelo acumulados. Cada roce, cada susurro, cada gemido eran como combustible para el fuego que ardía entre los dos, creando una atmósfera cargada de deseo y pasión.

El beso cada vez era más intenso, nos separábamos en microsegundos para mirarnos y soltar pequeños quejidos de placer, acrecentando la pasión desenfrenada, explorando cada centímetro de piel con ansias voraces.

Nuestros cuerpos se funden en un baile de sudor y gemidos, en el que se pierden en la lujuria y el placer del momento. Es un encuentro fogoso, lleno de intensidad y conexión.

Sin palabras, nos dejamos llevar por el momento, entregándonos por completo al placer que solo el otro podía brindar. La intensidad de la conexión que teníamos era palpable en el aire, como una electricidad que nos envolvía y nos llevaba a un estado de éxtasis inigualable.

Dime que síDonde viven las historias. Descúbrelo ahora