·Capítulo cinco·

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Capítulo cinco.

Narra Eryx Rune.


—¿Caballos?

—Amarrados y listos para salir. Sillas aseguradas.

—¿Espadas?

—Eso aún no he podido resolverlo. Están todas bajo el dominio de los Jóvenes Bélicos, y se niegan a cooperar hasta ver una amenaza real.

   Chasqueé la lengua, consciente de que eso sería un problema en los próximos días. Había que estar alertas, elevar todas las barreras de defensa posibles porque este campamento estaba en peligro. Cada una de las personas que habitaban este sitio corrían un extravagante peligro. Y los Jóvenes Bélicos no querían ver eso. Mis órdenes de protegerlos, protegernos, les costaba la autoridad sobre Reine Wald. Koa no permitía que nadie siguiera mis órdenes. Pero he comprado guardias y he cobrado algún que otro favor que me debían por aquí. Los métodos de escape están listos. Sólo falta la defensa y el ataque porque esos monstruos no saldrán impunes.

   Cassius guardó su cuchillo en su cinturón, acabando de afilarlo como era debido. Elevó la cabeza en mi dirección, diciendo quizá lo que yo no quería admitir.

—No puedes salvar a todos, Eryx —lamentó—. Sólo salvas a quien quiere ser salvado. Y tú hiciste lo posible para que te escucharan y no lo hacen. Es hora de que te des un tiempo para tí y dejes de pensar en los demás. —Colocó una de sus manos en mi hombro, dándome el apoyo que me hacía falta—. La batalla se desarrollará como tenga que hacerlo. Y no será tu culpa si algo sale mal.

Y tenía razón.

Lo había intentado todo.

   Hablé con Koa y con cada uno de los Jóvenes Bélicos, explicándoles porqué me fuí, porqué me quedé en Himmel después de romper mi compromiso con Aure y porqué había aceptado ser el legítimo heredero de Kalter Boden y Himmel. Les recordé que era parte de lo que mi padre quería para mí y que además de guerrero era hijo de un lord, una simple moneda de cambio por un tiempo indefinido.

Ahora que he vuelto quiero protegerlos. Y necesito de sus fuerzas para combatir la tormenta que se avecinaba en el horizonte y traía el apellido Cyril grabado.

Había que mantener a Reine Wald de pie.

   Comencé a caminar con Cassius hacia las tiendas más pequeñas en el centro de las demás, mostrando su mercadería y demás. Debía integrar nuevamente a Cassius en nuestra comunidad, recordándole a todos que él fue y siempre será uno de nosotros, un guerrero más nacido en la tierra de los cazadores de monstruos.

   Me acerqué a uno de los puestos de comercio, halagando la cantidad de muestras de fundas de espadas. Pasé al siguiente puesto, dirigido por un niño experto en los retratos. Lancé una moneda de oro en su dirección, haciéndole la seña universal del silencio para que no dijera nada. Pasamos puesto por puesto, observando, probando, halagando y regalando una mejor vida a mi gente, mi pueblo, que tanto ha sufrido la discriminación de cada uno de los reinos.

Si yo puedo darles una vida mejor de la que conocen, no dudaré en hacerlo.

Es mi deber.

   Pasamos al siguiente puesto, soltando un par de risas piradas por la expresión de Cassius al probar la maravillosa comida ardiente de Mary.

—Mi príncipe —saludó una mujer.

   Volteamos con prisa, cesando las risas. Mi corazón latió con fuerza al oírla llamarme así. Una mujer de tez morena con una gran cantidad de cabello negro en forma de afro. En cuanto crucé mi azulada mirada con la oscuridad latente de la suya no pude evitar apretar los labios con una sonrisa amable. Su cabeza se inclinó en una reverencia, extendiendo su mano hacia delante para indicar que podíamos tomar asiento en el suelo frente a ella y su pequeña mesa de madera improvisada. Volteé, mirando a Cassius, pero él ya estaba en camino al suelo para acceder a la sesión que la mujer nos tenía preparada. De la misma forma que mi amigo, tomé asiento.

Alianza Enemiga © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora