·Capítulo nueve·

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Capítulo nueve

Narra Eryx Rune.


   Separé los labios en un gesto inesperado, incrédulo por lo que acababa de oír salir de la boca de Theo. Fijé mis ojos en los suyos, buscando una explicación, buscando su mirada de maldad en cada una de las decisiones que tomaba. Pero jamás volteó a verme, ni siquiera cuando el peso de mi mirada podía enterrarlo diez metros bajo tierra.

—¡Esa es una increíble noticia para nuestros reinos! —exclamó Kayro Shevere, sonriendo elegantemente, de la misma manera que sonreía su antecesor—. Esta unión podría significar nuevamente el ascenso de Dunkel al poder, algo que mi primo dejó al aire con su muerte. Que en paz descanse.

   El coro de despedida para Devan le siguió a las palabras del rey. El Consejo Asesor de los Ocho Reinos aprobaba el matrimonio, comentando que es la mejor opción para todos y que también sería seguro tanto para mí como para Odella. Me mantuve callado el resto de la reunión, intentando evitar la mirada juzgadora de Raze o la penosa de Alenna. Tragué saliva en silencio, me posicioné a un costado de los demás reyes, intentando evitar volver a mirar a Theo. Lo único que me atrevía a hacer era pasear mis ojos por los de la princesa de Dunkel, intentando leer su expresión vacía. No sonreía, no miraba a ningún punto fijo, pero mantenía la cabeza elevada y los labios sellados mientras su destino era pactado por su hermano.

   Cuando las bases de nuestro matrimonio finalmente quedaron listas, el Consejo Asesor hizo firmar un extenso contrato a ambos reyes que nos subastaban como objetos. Callé. La princesa calló. Porque oponernos ante tanta gente, ante una gran cantidad de reyes y el Consejo Asesor podía ser una sentencia de muerte y el comienzo de lo que ellos llamarían una traición. Los ancianos se reverenciaron ante todos nosotros cuando decidieron dejar la sala, seguidos de varios guardias. Cuando las puertas se cerraron detrás de ellos, el ambiente en el lugar se tensó.

   Kayro borró su expresión completamente inocente, esa que te hacía pensar que tan solo era un niño de casi dos décadas obligado a estar en un trono que ni siquiera quería. Sus facciones cambiaron, endureciéndose como hombre y dando un paso adelante de todos los reyes para ver a Theo Remha a los ojos.

—Mi primo, Devan Shevere, fue asesinado en este reino, justo en este preciso castillo —habló el monarca—. Su cuerpo jamás se ha devuelto a su reino, su familia no ha podido tener paz desde la noticia de su muerte. Tampoco se nos han dado detalles del cómo o del quién. Y Dunkel exige justicia.

—No —interrumpió Odella por primera vez, oyendo finalmente su voz. Sin moverse de la espalda de su hermano, ni dejarse ver, dijo lo que muchos querían oír—. Dunkel quiere venganza.

   Cada una de las palabras que salían de la boca de los hermanos me provocaba un escalofrío letal, logrando que cada parte de mí se congelara en un limbo muerto, temeroso por lo que cualquiera podría llegar a decir.

Porque si algún día se supiera que fuí yo quien acabó con la vida de Devan Shevere, el rey más amado en todos los tiempos, creo que la muerte será una bendición plena. Será la piedad que no merezco.

Nadie más que Alenna y yo sabíamos que fuí yo quien acabó con el anterior rey de Dunkel. Y espero que eso se quede así por siempre.

   Sin poder evitarlo, miré a Theo por instinto, esperando que supiera con éxito qué responder ante la situación. Pero sus ojos ya estaban en los míos, clavados como una flecha en un campo de batalla. No me intimidaba, ya no, pero esa mirada indicaba que quizá sabía todos mis secretos. La juventud de Theo podía ser un beneficio en la mayoría de los casos, porque los reyes lo veían como una inspiración y el Consejo como una joya prometedora. Solo yo sabía la maldad que encerraba su corazón y tenía consciencia de que sería capaz de lanzarme a los leones de Dunkel con tal de salvarse el trasero y que lo siguieran viendo como un modelo a seguir.

Alianza Enemiga © #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora