03. Nuevas Direcciones

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Jungeun

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Jungeun

—¿Dónde estabas? Te estuvimos llamando, pero tu celular nos manda directamente al buzón.

—Estaba afuera —respondo, como si no fuera algo tan obvio.

Camino pasándolos de largo a mis padres, ya que no me apetece empezar otra discusión. Como siempre, ellos me reclaman por cualquier cosa mínima sobre mi carrera. Siempre buscan que sea perfecta en todo, aunque es imposible que lo sea en las 24 horas del día.

De repente veo ahí parada a mi abuela, en medio de la sala, con una de sus típicas sonrisas cálidas que siempre me reconfortan.

—¡Abu! —exclamo, totalmente entusiasmada, lo cual es demasiado inusual viniendo de mí.

La abrazo con fuerza. Hace tanto que no la veo. Sus brazos son como un refugio seguro en medio de todo el caos de mi vida. Ella me mira con esos ojos sabios y sonríe.

—Jungeun, querida. Estás más delgada. ¿Estás comiendo bien? —pregunta, con esa preocupación genuina que solo una abuela puede tener.

—Sí, abu. Estoy bien —le aseguro, aunque ambas sabemos que no es del todo cierto.

Nos sentamos en la sala y comenzamos a ponernos al día. Ella me cuenta sobre su jardín, sus amigas, y yo le hablo sobre mi trabajo y los eventos que he tenido. Pero hay algo en su mirada que me dice que sabe que hay más.

—Ha pasado demasiado tiempo. A veces extraño vivir allá en el pueblito. Ahí no tenía ninguna preocupación —admito con una sonrisa algo débil—, pero ahora estoy muy feliz y plena con mi vida, así que no hay nada de qué preocuparse.

—¿Tus padres no te han causado problemas? Debes descansar muy bien, eres joven, así que vive tu vida al máximo.

Solo asiento a cada palabra que dice mi abu, afirmando que estoy escuchando con suma atención. Estar junto a ella, en realidad, es demasiado cálido, reconfortante. Tras la confrontación que tuve ayer, esto es la mejor forma de olvidarme de esa chica, ya que no he podido sacármela de la cabeza. Es como si se tratara de un horrible parásito.

Mi abuela me mira con sus ojos llenos de sabiduría.

—Jungeun, querida, ¿qué te preocupa realmente? —pregunta suavemente.

—Es todo, abu. La presión, la expectativa, la falta de pasión que siento últimamente. Ayer conocí a una chica... Su actuación me conmovió, pero también me hizo sentir envidia. Ella canta con tanta libertad y emoción. No puedo dejar de pensar en eso —admito, sintiendo un peso al decirlo en voz alta.

—Entiendo. A veces, necesitamos recordar por qué empezamos algo. La pasión puede perderse en medio de las expectativas, pero siempre hay una manera de recuperarla. ¿Recuerdas cuando eras pequeña y cantabas en el jardín? No había público, solo cantabas para ti misma. Tal vez deberías intentar encontrar ese sentimiento otra vez —sugiere mi abuela, con una sonrisa cálida.

Sinfonía de Dos Corazones     ||     JUYOONZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora