2.1 Pasado.

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La sombras se encuentran en cada rincón abasteciendo a la luz desde el otro lado de la historia, como motas de polvo moviéndose discretamente por las suaves brisas.

El bullicio ensordecedor escabullendose por todo el lugar, por el mundo. Cada vez eran más los infectados, la destrucción y el caos se expandían con el fuerte ritmo del caminar.

La gente se aglomeraba con desespero, la atención de salvar a sus hijos los mantenía al menos con cierta esperanza. Pasando a sus hijos a aquellos hombres del otro lado de la valla.

El dolor les adormecía el pecho, los ojos en lágrimas y la pesadez de verlos irse con tan poca edad. Se suponía que ellos los protegerían, como sus padres debían cumplir su deber, pero era tarde. Ya no quedaba otra alternativa.

Mientras aquella mujer trataba de pasar sobre aquellos cuerpos sus pequeños trataban de no separarse de ella. El mayor de los niños se aferraba a la mano de su madre sin saber que era lo que ocurría, la más pequeña abrazaba a la mujer que luchaba con el peso de cargarla con un solo brazo.

—Escuchen.—Dijo la mujer a ambos niños.—No olviden nunca que los amo con todo mi corazón.

Sus ojos se llenaron en lágrimas, al ver a sus niños irse para jamás volver a verlos provoco la extensión del fuego ardíendo de impotencia por todo su cuerpo. Abrazó a ambos niños dándoles a cada uno un último beso en sus cabezas.

—Cuídala mucho Stephen.—Le sonrió como si no estuviera pasando nada malo.

Pero no fue suficiente, ambos niños comenzaron a llorar sin siquiera querer despejarse de su madre. Fueron tomados por hombres con aquellas máscaras de gas, "¿Qué es lo qué pasaba?" Se preguntaban en sus pequeñas cabezas, ni siquiera sus gritos de dolor hacía la mujer que ahora los observaban de lejos con lágrimas en las mejillas fue suficiente.

En un punto incierto dejaron de verla, se esfumó como un recuerdo que ambos se negaban a aceptar. Al poco tiempo de siquiera poder pensar estaban en un tren, ambos el uno junto al otro. Stephen se negaba a soltar la mano de su pequeña hermana que recargaba la cabeza en su hombro.

El jamás la dejaría, no se apartaría nunca de ella, tal como su madre se lo había ordenado, estaría con ella siempre.

Las luces en las rendijas del tren dejaban a la vista más rostros, más historias. Niños.

El pequeño sintió como alguien tomaba asiento a su lado, una mujer rubia de características finas le miraba, como si supiera de él con solo verle los ojos.

«𝑯𝒐𝒔𝒕𝒂𝒈𝒆» 𝑵𝒆𝒘𝒕 𝑻𝑴𝑹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora