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La tinta negra se regó por su mano, por accidente golpeó la basija con el pincel y terminó por arruinar su lienzo, suspiró observando el charco negro que se formó por su descuido y como sus dedos ahora eran del mismo color. Estos días no estaba haciendo nada bien, su rostro no había vuelto a cambiar, bien, su "aura" no había vuelto a cambiar, todos seguían mirandolo como si Minghao fuera un objeto extraño al pasar entre los pasillos.

Si ni siquiera podía pintar entonces eran malas noticias para él. Lo único que deseaba era pintar y ser ignorado por su familia, no ser el tema de conversación. Suspiró buscando algo con lo que limpiar sus manos y la puerta corrediza se abrió dejando ver a su madre quien llevaba una canasta vacia.

—Minghao, acompáñame al pueblo.

Asintió.

El pueblo no estaba lejos, podían llegar caminando pero su madre era frágil como para traer las cosas que necesitaba, y los demás hombres, los que si eran considerados hombres por completo, se encontraban aun en la construcción del nuevo cuarto. Incluso su obstinado abuelo estaba siendo de ayuda trazando planos y corrigiendo los errores. Minghao no estaba ayudando en nada.

Mientras veía la espalda delicada de su madre no pudo evitar pensar en la suya ¿Incluso de espaldas parecería delgado y débil? Aunque Minghao intentó comer más, aunque intentó ejercitarse más, nada de eso le sirvió, incluso cuando comió lo mismo que su tío o que su padre, incluso cuando hizo lo mismo que ellos simplemente su musculatura no apareció al llegar a la adultez. Entonces Minghao dejó de intentar y se dedicó a sus pinturas.

Miró su mano manchada de tinta y suspiró.

Al llegar al pueblo la gente que caminaba alrededor saludó a su madre y lo saludó a él, aunque varios pasos alejados comenzaban a murmurar entre sí, Minghao era capaz de escucharlos, y apostaba que su madre tambien, pero ella prefería ignorarlos y seguir su camino.

Minghao tambien optó por ignorarlos.

Incluso cuando un par de chicas pasaron a su lado y tuvo sus ojos sobre él, y después ella se acercaron a susurrarse soltando pequeñas risitas. Minghao giró con curiosidad. Ellas le sonrieron.

Su madre se tomó se su brazo para caminar.

—Supongo que mi hermoso hijo les ha llamado la atención...

—¿Hermoso?

Su madre hizo una pequeña pausa acompañada de una mueca.

—¿Te fijas tanto en las palabras Minghao?

—Si. Hermoso no es una palabra con la que sueles describir a mi padre o a mis primos. Apuesto, esa es la palabra.

—Apuesto... Lastimosamente apuesto no es la palabra que te describe, Minghao. Hermoso es una buena palabra, no necesitas más. Podrías conseguir una esposa.

—O podría seguir pintando. Eso es lo que dijo el abuelo.

Su madre lo miró con tristeza.

Antes de que ella pudiera decir algo una puerta voló hecha trizas tan cerca que Minghao tomó a su madre con su brazo derecho y la apartó protegiéndola de los fragmentos de madera que cayeron sobre él. Una mujer ensangrentada cayó al suelo sorprendiendo a todos los que caminaban por allí.

Ella tenía el cabello largo y lacio, y en las puntas había sangre, la misma sangre que manchada su ropa en la parte inferior, su estomago abultado parecía extrañamente vacío.

—¡Infiel!— Gritó un hombre que salió por la misma puerta, y el llanto de un bebé vino después. El hombre salió, tomando al bebé recién nacido con el cordón umbilical colgando aun, del pie, su pequeño cuerpo viéndose como un muñeco de trapo. —¡Me engañó con un demonio! ¡Este niño no es mio!

Su madre se cubrió el rostro mientras temblaba.

El bebé dejó de llorar, y la mujer cayó al suelo en ese mismo instante. Los hombres que caminaban saltaron sobre el que tenía al bebé para impedir que se moviera o golpeara a alguien más, incluso para hacer que soltara al bebé, pero este cayó al suelo haciendo que las mujeres se alejaran y los hombres estuvieran ocupados forcejeando con el tipo.

Minghao se acercó y con ambas manos tomó al bebé quien había caído al suelo. Su madre intentó hacerlo regresar, pero no lo hizo.

Incluso sus manos eran más grandes que el bebé quien ni siquiera había abierto los ojos, estaba cubierto en sangre, placente y tierra.

Colocó una mano en su pecho. Ya no respiraba.

Empujó una vez sobre su corazón, luego dos. Y el bebé abrió los ojos, pero seguía muerto.

Sus ojos eran como ciruelas.

Sus dedos tintados de tinta negra adquirieron un tono rojizo. 

PSYCHO [JunHao]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora